SEGURIDAD Y DERECHOS HUMANOS por ARTURO PEREIRA
Tráfico sexual
Mi tierra tiene una flor como cualquier tierra tiene. La flor de la libertad que no se pudre ni muere». Estas palabras son parte de la famosa canción Mi tierra del gran Nino Bravo. No le faltaba razón al que podríamos calificar como gran voz del Mediterráneo al describir la libertad como una flor imperecedera.
La libertad es consustancial a la naturaleza humana. Muchas guerras, muchas muertes han tenido su causa en ella. Sin libertad, la vida no es vida. Sin libertad el ser humano pierde esa condición, pasa a ser objeto. Pasa a ser propiedad de otro que adquiere la condición de dueño.
Ha sido un largo proceso el que la humanidad ha tenido que recorrer para que la libertad sea reconocida como un derecho para todo ser humano sin distinción alguna. Pero, la libertad no es una realidad para todas las personas. Ser mujer en determinadas partes del planeta y las convierte en un objetivo de los nuevos esclavistas del siglo XXI.
El reciente secuestro de varios cientos de niñas en Nigeria por parte del grupo terrorista Boko Haram, una pandilla de extremistas que amenazan con vender a las niñas para que sean destinadas al tráfico sexual, bien introduciéndolas en la prostitución, o bien para casarlas con aquellos que más paguen por ellas, parece más bien un episodio fantasmagórico del pasado más oscuro del esclavismo.
El tráfico sexual de mujeres, y cuando digo mujeres me refiero también a niñas de muy diversas edades, es una realidad de la que no cabe ninguna duda. Este tráfico, condenado por todas las legislaciones referidas a los derechos humanos, ha florecido como un cáncer en África. Precisamente Nigeria y Etiopía son dos de los principales puntos de origen de este terrorífico comercio.
Las mujeres son raptadas en unos Estados que adolecen de pobreza, miseria y falta de recursos para hacer frente a situaciones tan dramáticas. En ocasiones, son las propias familias las que venden a sus hijas para que dejen de ser una carga económica y ganar un poco de dinero con el que paliar su miseria.
Pero para que alguien venda, alguien debe comprar. Según informes de la Unión Europea y sus diferentes servicios policiales, en gran medida el destino de estas mujeres es la propia Europa, Estados Unidos y Canadá. Son las redes de prostitución quienes se hacen cargo de estas mujeres y las explotan como esclavas sexuales. Imaginemos la situación de una mujer africana que ha sido arrancada de su entorno por la fuerza, que no conocía hasta ese momento nada más del mundo que su pueblo o ciudad africana. De repente se ve inmersa en un mundo de vejaciones y explotación sin ningún respeto por su condición de persona. Algunos relatos de estas mujeres son absolutamente desgarradores. Son literalmente abducidas de su mundo para encerrarlas en locales en los que se las obliga a ejercer la prostitución, hasta que en ocasiones han sido liberadas por la policía o han logrado escapar.
La globalización del crimen ha permitido que la esclavitud sexual de la mujer no conozca fronteras, incluso en esta España nuestra se ha detectado este tipo de comercio humano con origen africano. Una vez más los esclavistas son hombres, de la misma raza que aquellas a quienes esclavizan. Primero fue el motivo de la raza y los blancos esclavizamos a los negros, ahora que esto no está bien visto, la esclavitud se centra en el género. La mujer como siempre víctima. Da igual el color del esclavista, pero la constante histórica es que la mujer no pierde la condición de víctima.
La Unión Europea está incrementando sus esfuerzos para luchar contra esta nueva plaga que atenta contra la naturaleza humana. La lucha debe ser sin cuartel, no sólo en el ámbito de los países occidentales receptores de las mujeres. La lucha debe ser sin cuartel en los países de origen ayudando a los gobiernos africanos a terminar de una vez por todas contra aquellos que no reconocen la condición de personas a sus semejantes, máxime si estas son mujeres. Hay muchos medios para conseguirlo, pero hay una razón que nos garantiza el éxito: El que es justo y que se lo debemos a todas aquellas mujeres que sufren el horror de ser consideradas mercancía sexual por se despreciadas como seres humanos.
No debemos permitir que ninguna de estas mujeres cuando «llame a la puertas del cielo» como reza la canción de los Guns N’Roses pueda decir que no hicimos lo suficiente por devolverles la dignidad humana, por permitir que conductas que considerábamos extinguidas por su crueldad estén vigentes en un mundo que quiere avanzar hacia mayores cotas de progreso y libertad.
Comenzaba este artículo recordando a Nino Bravo y quiero terminarlo con su himno a la libertad en su canción titulad Libre cuando dice: «Soy libre como el viento que recoge mi lamento y mi pesar, camino sin cesar, detrás de la verdad y sabré al fin lo que es la libertad». Son palabras que deben comprometernos totalmente con la defensa de la liberad de aquellas mujeres que no pueden defender por sí solas la suya victimas de la explotación sexual.