Diario de León
Publicado por
manuel alcántara
León

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Nadie puede poner puertas al campo, siquiera al descampado político. Podemos cerrar los ojos, pero no los oídos y los monótonos cantores ortópteros están dispuestos a dar la murga. No se trata de la rebelión de las masas, sino de los que no quieren convertirse en ella, no entrar en el horno.

¿Quién que es no es pueblo? A Jean-Paul Sartre le irritaban sobremanera sus coetáneos que aconsejaban «inclinarse sobre el pueblo para conocer sus costumbres». ¿Dónde estaban para tener que inclinarse? Ahora el Partido Popular quiere recuperar la iniciativa que nunca tuvo y el maltrecho PSOE, que sufrió una masiva infiltración de golfos que sólo querían aprender a pelar langostinos con la mano izquierda, se encuentran en el mismo trance.

¿A quién votan las personas decentes? ¿Con quién se pueden identificar, aparte de algunos que no sean idénticos a los anteriores? Todos afirman haber entendido el mensaje, menos los carteros.

La gente de la calle, que somos todos los que no vamos a casa más que para dormir, se ha desconectado absolutamente de sus fugitivos líderes.

No sólo no los pueden ver, sino que no les quieren oír. Este divorcio con el pueblo propicia relaciones extramatrimoniales y surgen pintorescos aventureros que postulan actitudes radicalistas. Ignoran que los extremos se tocan y que cuando lo hacen dan calambre. La única posibilidad del fascismo, ‘sine ira et studio’ que dijo la última cabeza española que estuvo siempre sobre sus hombres, es que se trató de una revolución de las clases medias. En España las han triturado, pero sus escuadras tienen que ampararse en otros lugares

¿Cómo reducir las bicefalias si se han guillotinado las cabezas presuntamente aptas para pensar? No es cierto que no haya peor sordo que el que no quiere oír. Somos peores los que nos tapamos las orejas, pero la verdad es que los grillos llevan mucho tiempo dándonos la misma tabarra.

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