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EDITORIAL: Un golpe de mano calculado que debilita al PSOE en Castilla y León y en la provincia

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León

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Una maniobra previsiblemente instigada desde León, la provincia con mayor fortaleza del socialismo, y visiblemente dirigida por Óscar López, número tres del partido a nivel nacional y portavoz en las Cortes autonómicas, acabó tumbando al secretario general del PSCyL, Julio Villarrubia, tras una semana turbulenta para el PSOE, sacudido por la tempestad de los pésimos resultados electorales y el vendaval del necesario relevo en la dirección. El efecto expansivo de la crisis socialista ya había hecho sonar la primera alarma en León cuando el miércoles el senador Nicanor Sen afirmaba que si él fuera el secretario provincial ya habría dimitido. La disconformidad con la direción provincial no es exclusiva y hay que enmarcarla en el escenario de la guerra encarnizada de la familia socialista leonesa latente antes, manifiesta desde la moción de censura de Ponferrada y alentada por la polémica con la agrupación local de la capital sobre la representación en la convención nacional del partido.

El golpe de mano perfectamente calculado —25 dimitidos sobre 48 miembros de la ejecutiva, justo lo que se exige: la mitad más uno— cogió a Villarrubia desprevenido —entre los firmantes están sus dos vicesecretarias— y lo dejó noqueado, sin que apenas pudiera balbucear otra cosa que peleará en las primarias y en el congreso extraordinario del PSCyL. Más guerra.

La revuelta deja ahora a Ócar López el control del partido, porque él, como secretario de Organización en Ferraz, deberá nombrar la gestora que lo dirija. Eso le permitirá parapetarse en la trinchera de Castilla y León al quedar al descubierto frente a la fuerte corriente renovadora desatada por la caída de Alfredo Pérez Rubalcaba, su gran valedor político.

La cuestión es cuánto hay de interés personal en éste y otros movimientos políticos, en Valladolid y en León, tras las acusaciones cruzadas por los pésimos resultados electorales del pasado domingo y cuánto hay de cinismo en la ahora casi unánime invocación al valor de la palabra de una militancia —todos subidos ya al carro de un hombre, un voto— a la que se da la espalda de manera reiterada. ¿Cómo se puede apelar desde unos y otros bandos a la necesidad de aproximarse a la ciudadanía cuando entre ellos hay un distanciamiento abismal? ¿O cómo puede afirmarse que el socialismo leonés no necesita renovarse porque lo viene haciendo desde dos años atrás? Renuévate tú que yo me quedo.

Las grescas en el PSCyL y las luchas cainitas en el PSOE provincial estrangulan la alternativa de gobierno en Castilla y León y dibujan un difuso horizonte de futuro para los socialistas leoneses en un momento en el que las batallas tienen que ganarse en la calle, en el cara a cara con el militante y el ciudadano y no en el cuerpo a cuerpo entre los cuadros de mando.

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