EDITORIAL: Relevo apropiado para poder afrontar unos tiempos nuevos
La mayor etapa de desarrollo que se ha vivido en este país en todos los órdenes ha tenido como protagonistas primeros a los propios españoles, a su generosidad y a su capacidad para hacer posible un cambio profundo como el vivido desde la Transición. Pero esa complicada transformación desde una sociedad anclada en el pasado hacia una nueva España, en la que se garantizaban los derechos y libertades para todos y se propiciaba una estabilidad con la que ganar el futuro social y económico, tuvo entre sus grandes protagonistas al rey Juan Carlos I.
Fue de algún modo el puente que consiguió aglutinar a los arquitectos de la Transición y que dio el equilibrio necesario a todo ese proceso con el que se ofreció respuesta a tantas carencias como tenía España desde hacía demasiado tiempo.
Y ahora, en un momento en el que la sociedad está viviendo de nuevo una rápida transformación y en el que España afronta importantes retos el monarca opta por apartarse en un gesto de generosidad para propiciar un relevo que parece apropiado para empezar a ofrecer otras respuestas a las situaciones novedosas que se generan.
El prolongado reinado de Juan Carlos de Borbón no está exento de sombras pero la sociedad española deberá agradecerle permanentemente sus esfuerzos para modernizar y estabilizar un país demasiado acostumbrado durante más de dos siglos a unos vaivenes que sólo generaban incertidumbre, dolor y caos. Su decisión de retirarse a tiempo de la corona le permitirá, sin duda, sentir ese cariño y esa gratitud de una mayoría de la sociedad que sí reconoce su papel histórico para dar carpetazo a la dictadura franquista y como estabilizador interno y embajador externo para la nueva España.
Los retos que plantean ahora la crisis económica y los desafíos soberanistas son sin duda las prioridades que tiene el país y que deberán centralizar la agenda del nuevo monarca Felipe VI. Su padre tuvo que iniciar su reinado en una etapa histórica compleja y al nuevo Rey le toca hacer un nuevo esfuerzo para ayudar a que España pueda afrontar unos tiempos complicados donde su objetivo tiene que ser el mismo de la Transición, que la sociedad avance hacia el futuro dando soluciones válidas al menos para otro medio siglo como ya ocurrió con la Constitución de 1978 y todo lo que conllevó de manera añadida.
El gesto de abdicar avala la figura de Juan Carlos I. Prolongar su reinado aferrándose a la tradición parece hoy poco apropiado. Recientemente ocurrió con el cambio en el papado o con los relevos en otras monarquías europeas. El mejor servicio que podía hacer en estos momentos el monarca a España era lograr una transición tranquila y programada para que ese papel de la corona como garante del sistema democrático se consolide aún más.
Atrás deja los que han sido los peores años de su reinado. Lo ocurrido con Iñaki Urdangarín y la infanta Cristina o su error en la cacería de Botsuana —así lo reconoció él mismo en un gesto insólito— han llevado a la monarquía a una situación muy complicada, con un creciente apoyo hacia la opción de la República como ayer mismo se vio en numerosas plazas de toda España. La caída de la popularidad de la Familia Real ha sido importante y se ha visto contagiada por esa crítica generalizada hacia todas las instituciones en una parte creciente de la sociedad española.
Ayer se cerró una etapa histórica clave para España. Ahora llega el reto para Felipe de Borbón. Deberá ganarse el respeto de los españoles como monarca evitando deslices porque difícilmente serán entendibles. Cuando su padre accedió a la corona no estaba sobrado de apoyos pero Juan Carlos I supo ganárselos. Soplan vientos de cambio y la monarquía está obligada a afrontarlos.