Diario de León

TRIBUNA

El leonesismo, la calle y el voto

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Vengo esforzándome años atrás en valorar al leonesismo como un sentimiento, que se origina en el «ser leonés», anímico por lo tanto, más fácil de vivir que de explicar. Trayendo hoy aquí a esta tribuna unas reflexiones, en torno a él, creo no pecar de reiterativo, máxime cuando este elucubrar ha sido suscitado por lo que se escribió de la última manifestación leonesista.

Los leoneses siempre hemos recordado con gran admiración aquel 4 de mayo de 1984, cuando fuimos capaces de salir a las calles leonesas a reivindicar nuestro derecho a la propia autonomía, especialmente expresada desde el eslogan «León sin Castilla», ante la imposición en marcha. La dificultad que ha supuesto movilizarnos en cualquier momento, por justa que sea la causa, sin duda es la que ha acrecentado nuestro propio asombro ante la proeza de «los noventa mil en la calle.» Y éstos eran leoneses, las connotaciones sobraban; la amenaza se cernía sobre lo leonés, algo que compartíamos todos.

Treinta años después de aquélla, estamos todos los leoneses, los de la región leonesa triprovincialmente considerada, adscritos a un ente autonómico, con provincias castellanas a las que nos quieren fundir en una identidad común que tratan de nacer con fórceps en el paritorio de la Fundación Villalar. Y la silenciosa indiferencia que pesa en la gran mayoría leonesa no hay que confundirla con la asunción de esta Comunidad que nos ha sido impuesta. A este craso error es al que nos quieren llevar los políticos, incluso los que entendemos y soportamos «como nuestros». Comunidad, tan sólo de nombre, lejana y nunca bien acogida.

Pero digo más, ese desinterés no debemos hacerlo radicar en los que viven el sentimiento leonesista, la gran mayoría de los que acudieron el día 10 de Mayo pasado al paseo de la Condesa, sino también en otros leoneses, sin bandera en mano, sin presencia física en la calle, pero cuyo comportamiento pasa por ignorar a la Comunidad. Sin olvidar a los que votan anteponiendo ideología a sentimiento, y aquéllos que, digamos, se abstienen pensando que su «ser leonés» nadie se lo puede robar, y en verdad pecan de ingenuidad, favoreciendo el ente.

No han faltado estos días quienes ha hecho recaer en el leonesismo, así, en abstracto, todo tipo de fracasos en la Marcha-Concentración promovida por una vacilante Plataforma que, preciándose de ser independiente, presentaba una lista más que razonable de motivos socioeconómicos de agravio autonómico, a fin de sacar a la calle a la ciudadanía leonesa en plan reivindicativo, teniendo como referencia inalcanzable aquella gran manifestación.

Se dijo que el leonesismo había sufrido un gran varapalo, un fracaso si se quiere, dada la corta asistencia de personas a Concentración citada; y esto encaja como una verdad a medias, porque al generalizado nominalmente leonesismo les ha faltado añadir político para colocarlo en su parcial dimensión. El entendido como sentimiento, propio de cada cual, intransferible aunque sea perfectamente compartible (leonesismo social), y expuesto como valor en actuaciones reivindicativas, no fracasa, revitaliza y promueve lo leonés siempre.

En la parte política, más o menos activa, UPL, como promotora subyacente del acto; el Prepal de Iglesias Carreño de inamovible estructura, con presencia viva en aquélla del 84, hoy con su conocida pancarta reivindicativa de la Región Leonesa; y el PAL, representado por algunos dirigentes conocidos, colocaban al leonesismo político en la discrepancia, con menos actividad de la que parecen deprender sus actuaciones, negativa de cara a «su» electorado.

Las tres formaciones se implican demasiado en el menester que las apellida: política. No son capaces de una fusión desinteresada en puestos, hacer pedagogía leonesista, recobrar la presencia de los leoneses como pueblo, en su territorio y compartiendo cultura e historia.

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