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Publicado por
EMILIO GANCEDO
León

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Juancar se apeó del trono en marcha y es como si su perfil prognático y familiar se deslizase también de las monedas y los sellos. Uno se lo imagina haciendo la maleta a toda prisa, con un calcetín medio afuera, acompañado de una breve camarilla encargada de sacarle lustre a las armas y emprendiendo rumbo a algún país africano como diciéndole al heredero ‘vaya papeleta que te dejo, amigo’. En sus palabras y gestos, y más aún en los de los políticos de relumbrón —impasible el ademán— flota como un aleteo de aquella expresión gris y unidireccional que popularizara el Napoleón de Melilla: ‘Atado y bien atado’. El pepé y el pesoe siguen jugando a ser como los partidos demócrata y republicano de los United y es de asombro que no se percaten —pero de verdad— de la tromba que se les viene encima si siguen actuando de ese modo, opacos y lentos, sordos ante el latir de las calles. Hay también osados que llaman a este dejar la corona bailoteando sobre el parqué ‘la segunda transición’ o ‘el fin de la transición’. Home , llámenme loco pero parece que eso de las transiciones es cosa que debería abanderar el pueblo libre y decidido, y no ser muñida sobre las moquetas o en reducidos grupos de whatsapp .

Nadie duda de los efectos benéficos de los inicios del juancarlismo, de esa asombrosa pirueta gubernativa según la cual una legalidad dictatorial se recicló en otra democrática, pero resulta cuando menos inquietante la rígida resistencia de los que mandan a la hora de preguntarle a la gente, directamente, sobre asuntos clave. Dicen que llega al poder una nueva generación pero asusta lo mucho que se parece a la de siempre.

En Italia organizaron en 1946 un referéndum para elegir entre monarquía o república, y en Grecia, otro similar en 1974. Sin duda los contextos eran muy diferentes pero son episodios que invitan a la reflexión. ¿Qué daño puede hacer? Cualquier opción ganadora quedaría validada de la mejor forma posible. Y eso sí sería el fin de la transición.

Hasta en los nudos más sólidos hay cabos sueltos. Y lo de Juancar, más que a abdicación, suena a lo que dijo El Grillo, veterano minero de Casetas, el día que se hartó de todo: «Ahí vos dejo el hacho y la pica, hacéi con ellos lo que queráis».

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