Diario de León

LA VELETA

La ejemplaridad pasa factura

Publicado por
JUAN CARLOS VILORIA
León

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La ejemplaridad, es decir, su carencia, está pasando factura en la política como nunca había sucedido en democracia. La ejemplaridad pública en palabras del heraldo de la idea, el filósofo Javier Gomá se ha acabado convirtiendo en el principio organizador de la democracia moderna. Estamos ante un concepto transversal sin adscripciones ideológicas. Ya no basta con cumplir la ley para ganarse el respeto de los conciudadanos. Ahora se exige un comportamiento ejemplar. Ya no existe un blindaje sobre la vida privada del que no se responde ante nadie mientras no perjudique a terceros.

Ahora la vida privada también debe ajustarse a los cánones de comportamiento virtuoso. La transformación de la sociedad española ha puesto mucho más alto el precio para conceder la consideración y el aprecio a sus representantes que ostentan cargos financiados por el presupuesto público. Y en consecuencia ahora es más barato y fácil prescindir de sus servicios.

En el fondo de esta evolución ética de la sociedad se pueden encontrar la razones últimas de alguno de los grandes acontecimientos que estos días están sacudiendo la vida pública. Sin desdeñar otras causas y fundamentos que nos remiten al agotamiento de un sistema de equilibrios, la exigencia ética de la sociedad española ha movido el suelo debajo de los pies de alguna de sus instituciones que parecían más sólidas.

La abdicación del rey en su hijo Felipe; el castigo electoral a los grandes partidos; la reaparición de opciones «insurrectas» e iconoclastas en el paisaje urbano y político; la severidad judicial con algunas personalidades notorias que antaño hubieran regateado a la justicia sin demasiado esfuerzo. Pero en la fase de metamorfosis que se hace precisa para ajustar las estructuras de convivencia a los nuevos estilos sociales acechan algunos peligros en el camino.

El primero es dar por sentado que el cambio de caras, de protagonistas; el relevo generacional al frente de las instituciones es suficiente. Y el segundo que algunos tentados por el deseo de catarsis pretendan derribar no solo la imagen, sino la institución. Lo que vulgarmente se dice: con el agua tirar al niño. El poder de un nuevo rostro en un mundo mediático no es despreciable y del mismo modo que Felipe VI puede refrescar la imagen de la Corona, Susana Díaz podría exorcizar los demonios que consumen al PSOE.

El impulso de nuevos movimientos rupturistas, no alineados, hipercríticos con los vicios de la clase política abre nuevos horizontes. Y conviene prestarles atención y la consideración necesaria sin perder de vista que no se trata de derribar una dictadura sino de mejorar la democracia.

Así que nada de juicios populares, cuidado con los símbolos que ha costado mucho asentar y no confundir los comportamientos individuales con las instituciones.

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