Diario de León
Publicado por
JOsÉ MARÍA CALLEJA
León

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Podemos ha conseguido conectar con un amplio sector de ciudadanos indignados por el destrozo del Estado de bienestar, irritados con unos políticos identificados como responsables de todos sus males, y deseosos de encontrar culpables que alivien su sufrimiento. Podemos ha empaquetado un mensaje con frases marco que han enlazado con ese estado emocional de indignación y ganas de cambio, de castigo a los partidos mayoritarios, que se perciben como iguales, aunque no lo sean.

Conseguido el éxito, Podemos se ha entregado a los viejos discursos sobre quién tiene el poder y debe mandar, quién ha hecho más por el partido, quién debe seguir acaparando el protagonismo, quién quiere dar un golpe de Estado. A partir de ahora, este partido, que no se tiene por tal, deberá hacer la digestión de los resultados electorales, subir la cuesta de poner en marcha una organización con poder y confirmar, o no, a la actual dirección que como tal funciona en los medios. Deben decidir si son un partido asambleario o leninista y convertir lo que ahora es un frente de rechazo a los males políticos y económicos denunciados, en una organización operativa, estructurada y coherente. Tarea compleja, sobre todo si tenemos en cuenta que algunos de los destacados miembros de este colectivo han llegado a él después de años de militancia en organizaciones que han demostrado una capacidad de autodestrucción, ombliguismo y tensión banderiza notables.

Hasta ahora todos los miembros de Podemos han pensado que el colectivo era lo que ellos creían que era; ahora han empezado a contrastar esas imágenes idealizadas con las de otros militantes, igualmente idealizadas, pero no necesariamente coincidentes.

Si vivir en democracia supone aceptar civilizadamente un cierto grado de frustración, la que se deriva de no imponer el plan máximo de cada uno, vivir en Podemos deberá suponer también empezar a organizar ciertas frustraciones entre las imágenes idealizadas de cada uno y su contraste con la realidad. Podemos ha tenido un voto joven, pero no solo, y un voto de izquierda, pero no solo. Es el voto de los indignados con el sistema, de los que quieren un cambio político y generacional, de los que quieren inaugurar una nueva forma de hacer política, pero después de esa primera y conflictiva asamblea postriunfo, parece que han mimetizado en poco tiempo los vicios de funcionamiento de los viejos partidos que con tanto ahínco denunciaban.

Posiblemente han empezado la cuenta atrás de la frustración, del paso del estado de euforia, en el que aún viven, a la realidad doméstica.

Es probable que aquellos que han practicado durante años el lema: un trosko es un trosko, dos un partido, y tres una escisión, sigan dando noticias sobre quién es más puro.

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