Diario de León

MARINERO DE RÍO

Camino de perdición

Publicado por
EMILIO GANCEDO
León

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Ortega fue uno de los primeros en notar que las gentes se estaban empezando a comportar de una forma un tanto rara. Hablaba de una «facción de nuestra época que es visible con los ojos de la cara», y podría sintetizarse en que, allá donde mirara, encontraba el filósofo lugares completamente repletos de público. «Sencillísima de enunciar, aunque no de analizar, yo la denomino el hecho de la aglomeración, del ‘lleno’», decía. Y en otro lugar: «Lo que antes no solía ser problema empieza a serlo casi de continuo: encontrar sitio». Por cierto que corría entonces el año 1929.

La verdad se ha hecho hoy más que evidente: mientras comarcas, regiones, provincias enteras se despueblan y pasan a ser hogar del viento y el olvido, en delgadas líneas de costa se agolpan millares de turistas temporeros hormigueando entre el cemento y el azulejeo de las piscinas, y en los alfoces de las grandes ciudades se aprietan inquilinos como ovejas aunque ahora el redil se llama hipoteca, cargas familiares, pavor al despido.

El asunto afecta a otras manifestaciones: estos días pululan por las calles de los pueblos y villas leonesas centenares de peregrinos a Santiago en cantidades no comprensibles si no es a la luz del afán contemporáneo por amuchedumbrarse. Y uno, ante ese panorama, se pregunta: cuantísimas ciudades darían millones por contar, como nosotros, con un flujo anual de gentes tan importante como éste. Aquí les damos la bienvenida con una entrada anodina, todo raquetas, entradas y salidas de autovía, un panorama sembrado de polígonos y edificios a cual más amorfo; los acogemos con grandes monumentos pero entreverados de casas ruinosas y establecimientos sin apenas imaginación jacobea; y los despedimos con una salida verdaderamente larga, infernal y desesperante, rumbo a pueblos que ni siquiera han sabido (¿y por qué no se les ha obligado?) unificar criterios arquitectónicos con objeto de ofrecer una imagen rural mínimamente pulcra y armónica. No parece natural tanto trasiego humano en seguimiento de modas y tendencias, pero verlo pasar y no sacar un cuarto o al menos sacar pecho lo dice todo de nuestra flojera.

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