Diario de León

TRIBUNA

Las sorpresas del papa Francisco

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Una Iglesia que no tiene la capacidad de sorprender es una Iglesia enferma, moribunda». Así es como se expresaba el papa Francisco unos días antes de Pentecostés, ante una multitud de personas reunidas en la Plaza de San Pedro. Por eso el papa nos está sorprendiendo continuamente, porque quiere transmitir su vitalidad e ilusión a la Iglesia y a toda la sociedad.

Nos sorprendió al hablar de los gastos sin sentido de la Iglesia y de sus mandatarios, al invitar a un niño con síndrome de Down a dar un paseo en el papa-móvil, al abrazar a un hombre aquejado de una enfermedad genética, al visitar una cárcel para menores y lavar los pies a chicos y chicas, entre ellas una musulmana. Nos ha sorprendido su valor al condenar el sistema financiero mundial, al abordar la pederastia entre los sacerdotes, al considerar «obsesión enfermiza» de la Iglesia los temas del aborto, el matrimonio homosexual y la anticoncepción, etc.

Aunque ya estamos acostumbrados a sus gratas sorpresas, esta vez nos deslumbra con una de las mayores sorpresas de su pontificado: su visita a Palestina e Israel y la invitación que hizo a Simón Peres, presidente de Israel, y al presidente de Palestina, Mohamed Abbas, para rezar por la paz en el Vaticano.

Es previsible que no obtenga ningún resultado inmediato, pero el papa ya ha conseguido abrir un camino antes cerrado para hablar de paz. Aunque no consiga la paz para palestinos e israelíes, hay que reconocer que el encuentro entre Simón Peres, Mohamed Abbas y el papa Francisco en el Vaticano es mucho más que una foto y primeros titulares en los medios de comunicación.

Con este encuentro, el papa ha conseguido: en primer lugar, devolver al Vaticano la importancia diplomática que tuvo en el pasado. En segundo lugar, ha hecho del Vaticano un lugar de encuentro y oración para las tres religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islam, aunque con mucho cuidado para no herir susceptibilidades en el seno de la Iglesia, del judaísmo y del Islam. Como ha dicho el padre Pierbattista Pizzaballa, franciscano afincado en Tierra Santa y encargado de preparar el encuentro, «estos tres líderes no han orado juntos, sino que han venido juntos a orar», pues no hubo ningún momento de oración conjunta del papa, de Abbas y de Simón Peres, sino que hubo tres momentos de oración separada para judíos, cristianos e islámicos, y esto por respeto a la sensibilidad de los invitados. Posteriormente mantuvieron un encuentro de reflexión y diálogo sobre los caminos de la paz. En tercer lugar, el papa, al invitar al patriarca Bartolomé de Constantinopla al encuentro, retoma el ecumenismo impulsado por el Vaticano II, que fracasó por las dificultades teológicas y culturales de las distintas iglesias cristianas.

En resumen, lo que el papa Francisco ha conseguido con este encuentro es sorprendernos de nuevo, devolviendo al Vaticano el prestigio diplomático y una posición geopolítica central, suavizar las conflictivas relaciones interreligiosas en el Medio Oriente y dar un nuevo impulso a la unidad de los cristianos.

Aunque no haya conseguido la paz, su última actuación no deja de sorprendernos gratamente.

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