Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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No hemos tardado mucho en descubrir al culpable de todos nuestros males futbolísticos, resumidos en el petardo que dimos en el Mundial.

Ya sabemos quién es el Iscariote de los once que se alinearon en Brasil, aunque no jugarán. Xabi Alonso es el responsable del más sonoro fracaso de la llamada «Roja», que ahora está ruborizada. ¿A quién se le ocurre decir la verdad?

Entre calé y calé no cabe la remanguillé y el centrocampista donostiarra se ha quedado en fuera de juego, porque sus compañeros se han cabreado con sus explicaciones de lo inexplicable.

El muchacho ha acusado al grupo, sin excluirse él, de no estar físicamente preparado y de que los ahítos de gloria no tuvieran verdadera hambre de victoria.

Se le ha echado encima el vestuario, que ahora se está despojando de sus peores galas.

Es cierto que los ciclos se acaban con derrotas y se estiran con triunfos, pero hasta aquí hemos llegado. Una mente sana en un cuerpo agotado no puede rendir como antes y tiene que rendirse a la evidencia.

Cuando le pregunté a Di Stefano, en una de aquellas sobremesas etílicas y prologables, ¿qué era lo que consideraba más importante en cualquier equipo?, me dijo: «El vestuario».

Creía mucho en un portero que parara lo parable, en un organizador, en un rematador —mejor si en estos puestos hay dos en vez de uno, decía—, pero sobre todo creía en el vestuario.

El fútbol es un deporte colectivo y el mejor, como fue él, no podría haberlo sido sin estar acompañado de los mejores. Xabi Alonso ha denunciado sin excluirse de la responsabilidad, pero desdichadamente tarde, que llegaron con las fuerzas justas para conseguir unas justísimas derrotas.

Ya tenemos al ansiado culpable que siempre se busca. Al madridista, célebre por lo bien que le caen los trajes, se le puede caer la ropa.

Se ha convertido en un chivato al que también tendrán que repudiar los publicitarios, porque la verdad nunca está de moda.

Ni le renovarán el contrato a Del Bosque, ni el «Cortinglés», que dice Antonio Burgos, le renovará el fichaje.

Sólo el deseo de que los dioses cambién es eterno, pero ellos no se enteran.

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