EL RINCÓN
Al despertar
Cuando despertó, el paro seguía allí. Y también el desafío de los separatistas catalanes. Tampoco remite el desafecto generalizado hacia las principales instituciones, incluida la Monarquía, pese al impecable discurso constitucional pronunciado por el nuevo rey en el Congreso. Una parte del pueblo está en otra cosa. La plaza de Oriente registró media entrada.
El país tenía un nuevo rey pero frente al histórico balcón del palacio de Oriente, el aplauso más cálido brotó al comparecer el viejo rey Juan Carlos . Lo nuevo ya está aquí, pero lo viejo, lo recién jubilado, genera un punto de nostalgia. Lo dejó escrito un clásico: España sería el mejor país del mundo si no fuera por los españoles. Somos peculiares.
Implacables con los vivos y afectuosos, incluso lacrimosos, con quienes entregan la cuchara o pasan a la reserva. Hace dos meses, en vísperas del 25M, a los sociólogos del CIS se les quemaba la cocina de tanto azacanear los datos de las encuestas para, pese a tanto esfuerzo, concluir que el personal suspendía en popularidad al rey. Estaba a la altura de Rajoy o Rubalcaba. En niveles de aceptación muy bajos.
Los últimos días, conocida su decisión de abdicar, su popularidad se ha disparado. No se sabe sí es porque ya no hace sombra o porque al darse cuenta de la trascendencia del gesto la gente se ha llevado las manos a la cabeza pensando en la que está cayendo y en lo que está por venir. Esto es España. Es una constante histórica. Nadie tiene tiempo ni para la reflexión ni para el término medio. Todo en exceso: o delante de los curas llevando las andas de la Virgen y los santos o detrás, corriéndoles a gorrazos. En fin, de todo lo visto y oído, como quedó dicho, lo mejor fue el discurso exquisitamente constitucional pronunciado por el rey Felipe VI y lo peor, o si se prefiere, lo más friki: las palabras de Artur Mas, presidente de la Generalitat de Cataluña quien por toda explicación para justificar por qué no aplaudió el discurso del nuevo rey adujo que era «porque no había dicho nada nuevo». Dicho en boca de quien lleva dos años repitiendo hasta llegar a estomagar lo del derecho a decidir suena a broma. Por no decir otra cosa. En fin, como decía, al despertar, la vida y los problemas de España seguían allí.