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Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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Cuentan que la de Cavehill, una de las colinas que rodean Belfast, capital de Irlanda del Norte, inspiró a Jonathan Swift (Dublín, 1667-1745) Los viajes de Gulliver , sin duda una de las novelas más leídas, a pesar de ser una de las sátiras más amargas que se hayan escrito contra la sociedad y la condición humana. Seguro que, al margen de esta asociación entre título y autor, poco más sabemos del escritor irlandés. Viene esto a cuento hoy por el sometimiento a clichés, repetidos y limitadores, con que despachamos a tantos personajes, tanto del pasado como del presente. No sé si es o no justo, pero con frecuencia dejamos de conocer aspectos cuando menos interesantes que van más allá de la idea generalizada con que tal o cual personaje pasa a la historia. Y a la historia pasó como escritor, sin otra proyección prácticamente, Jonathan Swift, como autor, además, de una única obra, lo que, claro, está muy lejos de ser verdad.

Si alguna vez visita en Dublín la catedral de San Patrick, en la que fue deán el escritor, posiblemente tenga la suerte de atender las explicaciones de uno de esos guías que cuentan muchas cosas en voz baja. Y se enterará, por ejemplo, de que, a pesar del tono apacible y tranquilo con el que se nos presenta la vida de Swift, fue, en realidad, mucho más curiosa e interesante, polémicas incluidas, eso sí, amparándose, en el caso de las más notorias, bajo otro nombre.

Parece ser que el deán catedralicio era experto en el asunto de nombres, hasta el punto de haber creado el de mujer Vanessa , hoy tan popular: está formado por las iniciales del apellido y nombre de su gran amor, para quien lo inventó. De hecho escribió (1713) el largo poema Cadenus and Vanessa , neologismo el último que ya queda dicho cómo se formó. Cadenus , por su parte, es anagrama de Decano (él era deán-decano de la catedral). Aunque nunca se casó, parece que era público y notorio que tenía dos amantes, a las que llamaba del mismo modo para no confundirse y entrar así en el caudaloso río de los celos, los despechos y los problemas. Pacífico amador de la política, le gustó mantener el statu quo a fin de evitar guerras y derramamientos de sangre, aunque solo fueran metafóricos. Lo que no sé es si llamaba a las dos Vanessa, o sabe Dios cómo, para que los conflictos de la pasión no lo aturdiesen o lo dejasen compuesto y sin novias.

Cuentan de él también que, amante en algunos momentos del beatus ille… y el cultivo del jardín, fue un adelantado a su tiempo por la práctica asidua del deporte y el footing . Hasta el punto de que cuando llovía, fenómeno habitual por aquellos lares, subía y bajaba, subía y bajaba escaleras para no perder la forma. «Lo que no sabemos –el guía bajó aún más la voz- es si lo hacía para mantener la salud o para mantenerse en forma con las dos amantes». Una gran duda. Hay cosas…

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