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Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Tan doloroso como patada en los güevos... tan triste como la noche azteca de Hernán Cortés... tan humillante como la derrota del general Custer en Little Big Horn... y tan oportuno como el jarabe de palo en la cresta del soberbio (Sócrates dixit)... y añadió: os acompaño en el sentimiento, esta vez no tendréis la pomada del fútbol en el botiquín de la Crisis... ¿con qué ungüento os vais a untar ahora la escocedura y la deuda?...

Octavito anota que el fútbol pasó en un instante de ser bálsamo a ser lija del 39, sumándose a todo lo demás que ya nos viene lijando, deprimiendo o nos agobia. Maldito destino, dijo... y añadió: ese fútbol de furia con gaseosa fue un interruptus doloroso con gatillazo vergonzante, de ahí la cara de tristeza postcoito que se nos puso y no apearemos en un tiempo. ¿No éramos la mismísima selección diseñada para disputarle a Brasil la mismísima copa final en el mismísimo Maracaná coincidiendo con el mismísimo estreno del reinado filipino (ojo, Filipinas viene de Felipe), que si antes andaba en cuché, anda ahora en consignas tricolor?...

¿Que pasó?, ¿qué trastocó las magníficas y seguras previsiones del experto y pontifical periodismo deportivo?...

Eso es, sí señor, dijo Moisés, la culpa es de los locutores y los telecorros de la pelota escuadrada que sacan la lengua a pacer por los cerros de la gloria antes de secarla en el purgatorio del realismo y de la humildad (¿humildad?, ¿eso qué ye, ho?)... suele perderles el triunfalismo (o derrotismo) y, cuanto más gas hilarante meten al globo, más letal y risible hacen el morrazo... así que Moisés puso voz de Juancarlos reyezote y espetó un enérgico ¡¡¡¿por qué no se callan?!!!... y añadió que conoce a más de tres, y él mismo, que apagan el sonido cuando hay fúrbor transcendente en la tele, pero no para tomar sonido de la radio en su lugar, hábito conocido, sino para no oír nada más que sus malos pensamientos.

La única persona que vimos sonreír serena y triunfal al día siguiente del fatal partido contra Chile fue a doña Leticia, la nuestra reina que cambió la silla del telediario por un trono para ella sola. No era para menos, lo suyo ese jueves tuvo que saberle a golazo.