Diario de León
Publicado por
RAFAEL TORRES
León

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Llegan aún los ecos de los fastos de la proclamación de Felipe VI, pero llegan sólo, como es natural, los ecos de lo que pasó. De lo que no pasó, sin ir más lejos la presencia de una verdadera «representación de la sociedad española» en la recepción de Palacio, no puede llegar eco ninguno, aunque también es verdad que la España que faltó no está para besamanos, por mucho que, en lo económico, Montoro se diga dispuesto a devolver, vía IRPF, una pocas migajas del pan que su Gobierno le birló.

Sin ánimo de menoscabo a la calidad personal o profesional de alguno de los dos mil y pico invitados a la cuchipanda palaciega, cabe señalar que en los salones regios no se hallaba representación alguna de la España real, ni de los españoles que la soportan en sus hombros y en sus espaldas abrumadas.

No vi, porque no estaban ni les esperaban, desahuciados de la hipotecas, ni estafados por las Preferentes o por otras sirlas institucionales y bancarias, ni parados, ni emigrantes, ni inmigrantes, ni enfermos varados en las listas de espera, ni niños desmayados que habrían flipado con los canapés. Son, entre unos y otros, legión, millones y millones, pero no había ni uno en la bulla cortesana.

Pero tampoco vi en esa supuesta «representación de la sociedad española» carpinteros, ni labradores, ni maestros de escuela, ni conductores de autobús, ni pescadores, ni electricistas, ni albañiles, ni taxistas, ni enfermeras, ni jardineros, ni asistentas, ni bomberos, ni agentes de tráfico, ni inventores, ni transportistas, ni ferroviarios, ni mecánicos, ni camareros, ni panaderos, ni mineros, ni a ninguno de los que construyen de veras España, cada día, con cada madrugón, casi siempre en precario, honradamente, dignamente, hasta que revientan. Dime a quién invitas, y te diré quién eres. Dime a quién no, y también. Tales son los ecos que siguen llegando del 19-J: los ecos del silencio. De los silenciados.

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