EL BALCÓN
Su Ilustrísima no se apeó… de «La Borriquilla»
En la mañana que aventaba tarde grande en el coso de El Parque, poco juego de muñeca —y ninguno de cintura— en una plaza de La Regla que daba un petardo similar al de las dos ganadería salmantinas (Domingo Hernández y El Pilar)… ¡qué momentos!: hacía décadas que no se contemplaba una salida tan triste en un Corpus capitalino marcado por las ausencias… de las esencias. Su ilustrísima los abrochaba —los tarros de las esencias—, contra vientos y otras tantas mareas, se salía con la suya el obispo de la Diócesis y los santines gremiales se quedaban en casina.
Sólo Crispín, zapaterín solitario acudía, arrimado y estático en la soledad de la tormentosa mañana dominguera, a una cita descitada de antemano. Lejos quedan —y lo que queda— aquellos Corpus cuajados de gente del pueblo, representado él —el pueblo— por unas figurinas de escaso empaque y tan grandes en simbolismo como para concitar presencias y esencias en acercamientos hoy… desnortados y denostados.
No se merecía el pueblo tal petardo, por mucho que su ilustrísima se empeñare —¡que se empeñó!—, ni tampoco uno de los tres jueves —pasado a domingo— que relucen más que el sol, tal desdoro. Lejos de restar protagonismo al Santísimo, los santines gremiales han venido poniendo (deseemos que sigan) el contrapunto, paponil y cofradero, a una celebración tan arraigada como este año deslucida en sus esencias. Así somos —es un decir, con el mitrado salmantino— a la cabeza, los teóricos «guardianes de las esencias».
Menos mal que pudimos seguir «disfrutando» —es otro decir— del preciosista coche con los altavoces; «esencia viva» de cualquier procesión que se precie —¡sólo faltaba!—, contrapunto que, al parecer, no desluce un ápice el cortejo eucarístico… en opinión de su ilustrísima. A quien, me consta, varios de los integrantes de la Curia Legionensis pusieron en antecedentes —y consecuentes— del generalizado malestar que la recomendación (desde Palacio, Episcopal se entiende, siempre se recomienda… nunca se obliga) tendría en el seno de la nutrida parroquia paponil leonesa.
¿Por qué acudieron las representaciones a un cortejo desnaturalizado? Otra incógnita… por despejar.
No le arriendo la ganancia a mi querido Manolín (Fernández) —permítaseme la cercanía del tratamiento— con el primer «marrón» que le ha venido encima en su recién —casi— estrenada presidencia de la Junta Mayor de Cofradías de Semana Santa. Papón de alma, corazón y sentimiento, ex abad-presidente de la Real Hermandad de Jesús Divino Obrero (también Él, el «Niño Obrero», se quedó en su parroquia de extramuros El Ejido… tampoco lo «eligieron» ésta vez); hermanito de Jesús y de Angustias, papón por sus cuatro costados —y porque no hay cinco—; que tendrá que bregar, como los toreros de raza, con inmerecidas situaciones: ¡Valor y que Dios reparta suerte! ¡Tú puedes, hermanito!
Siempre nos quedará el Corpus… «El Chico», éste próximo domingo —Dm—, cuando el campanil del Santo de la Capa —¡bien que León se merece su capote!— repique a Gloria y El Barrio se cuaje de pétalos… pequeños y tan grandes en sentimiento y devoción.
¡Que sea enhorabuena… Sr. Obispo!