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Publicado por
Esther Esteban
León

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La buena noticia es que el Gobierno ¡por fin! ha bajado los impuestos dando cumplimiento así a una de sus medidas estrellas del programa electoral. Es verdad que para algunos no se trata de una auténtica reforma fiscal, sino de unas cuantas medidas sueltas que no terminan de cerrar nuestro complicado sistema tributario. Al final y resumiendo mucho lo que ha hecho Montoro es rebajar los impuestos directos el IRPF y el de Sociedades y meter el diente, por otro lado, a ingresos que estaban exentos como el que recibe un trabajador a la hora de ser despedido.

Aunque sobre esto hay opiniones para todos los gustos, yo soy de las que creo que bajar impuestos estimula el consumo y por lo tanto la rebaja del IRPF va dejar más recursos en los bolsillos de buena parte de los españoles, que utilizarán ese dinero en invertir o consumir y eso, al final, es riqueza. También me parece una medida acertada la rebaja de retenciones del 21% al 15% para los autónomos que tengan ingresos inferiores a las 12.000 euros.

Las organizaciones que aglutinan a ese sector ya han dicho que la medida supondrá un ahorro de hasta 650 euros anuales para el 40% de los autónomos que tributan por estimación directa. Teniendo en cuenta que una de las consecuencias de la crisis ha sido el aumento de trabajadores autónomos —porque muchas empresas así lo exigen para ofertar un puesto de trabajo— este asunto no esta mal planteado en absoluto.

En cuanto al impuesto de la renta la rebaja está dirigida sobretodo a aquellos que tienen pocos recursos o recursos medios y dicho así, esa música puede sonar bien, pero lo cierto es que los impuestos que pagarán las clases medias, quitando palabrería, aún están por encima de lo que desarrolló Zapatero con sus políticas.

Leyendo la letra pequeña uno puede deducir que lejos de premiar el ahorro se castiga.

En resumidas cuentas que la reforma es una «reformita» porque los fallos estructurales de nuestro sistema fiscal siguen sin abordarse, pero yo no descarto que haya nuevas medidas antes de las elecciones generales, según como vayan soplando los vientos en las encuestas.

Al final la reforma fiscal es un arma política de primera magnitud y todos los inquilinos de la Moncloa lo han sabido y han actuado en consecuencia. Ahora no será diferente si de verdad, como dicen, estamos saliendo de túnel de la crisis.

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