Diario de León

TRIBUNA

Ejercer de leoneses proclamando al rey

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Olo que el consistorio municipal capitalino no supo acometer. Aludo naturalmente a la recuperación del acto protocolario de la proclamación de un nuevo rey, en la capital que lo fue del Reino de León. En este caso dedicado a don Felipe de Borbón, que ha tomado el relevo de su padre don Juan Carlos I.

Retomar una tradición que nunca debimos perder, silente hoy bajo el moderno polvo del olvido, hubiera supuesto algo así como poner en valor lo que fuimos los leoneses, para que en el presente se nos valore y reconozca como tales, proponiéndonos seguir siendo en el futuro, sin cortapisa alguna, el Pueblo Leonés, sin enmascarar nuestra historia, que ese alguien autonómico que habla por nosotros confunde intencionadamente. ¡Y se lo permitimos!

Quienes me conocen no ignoran que no me mueve un interés monárquico, institución que no defiendo, simplemente es que de permanecer ésta, constitucionalmente establecida, o si los españoles en mayoría así lo refrendan, me parece pecar de insensatez no aprovechar la coyuntura para poner en alza un valor tradicional del Pueblo Leonés.

Para que don Juan Carlos I, el monarca cesante, tal como se ha dicho se le deba reconocer en democracia como el primer rey parlamentario de España, fuera de aquí, de León, me temo que a la mayoría se les escapa, y es menester repetirlo mediante todos los altavoces posibles, que fue necesario que en 1188 los leoneses de la época ensayaran el parlamentarismo con su rey Alfonso IX, quien, motu proprio, autolimitando sus poderes, convocó al pueblo con voz a su Curia Regia, a sus Cortes, adquiriendo un compromiso de futuro con él como estamento.

Pues bien, a los herederos de aquella Carta Magna, unos Decreta con libertades para el pueblo, allí elaborados y que la Unesco ha reconocido, hoy se les amordaza la voz autonómica adscritos a un ente creado por decreto, en forma de Comunidad, que ya empezó mal, y se intentó denominarla Castilla-León.

El mismo rey don Juan Carlos I, que ha abdicado, sancionó la Ley Orgánica del 25 de abril de 1983, en la que se cita como peticionario y garante a un pueblo inexistente, el castellanoleonés, que en forma de otra gran e interesada falsedad le sitúan como el «que ha expresado su voluntad política de organizarse en Comunidad». Olvidando la historia leonesa e incorporando errores para otra nueva.

El pueblo castellanoleonés ni existía entonces, luego, lo que en nombre de él se aprobara, ni era legítimo ni tenía valor; y hoy, a pesar de los empeños políticos autonomistas por «crearlo» o, a menos perder, forzar una identidad comunitaria a cualquier precio, es a todas luces fallido. Como se puede comprobar lo postizo viene a rebelarse en contra de quien trata de imponerlo políticamente en León.

El movimiento leonesista ejerciente en política, ha dejado pasar una excelente oportunidad de conectar con el pueblo leonés, más allá de disquisiciones localistas, sacando a primer plano nacional valores leoneses que definen y engrandece, tal cómo, y obsérvese el matiz, proclamando en libertad al rey que, siéndolo de España, lo es por naturaleza histórica del Reino de León. El «tancredismo» parece lo suyo. Reafirmar el espíritu colectivo cultural leonesista en ellos parece utopía.

Del Consistorio capitalino, obediente al ente autonómico, el silencio era lo esperado. El Pueblo Leonés a pesar de ser el primero en parlamentarismo, es al único que constitucionalmente y en democracia no se quiere escuchar su voz. Lo hemos dicho en la calle. Pero fallamos en las urnas, y, sin voz política en la nación, el ente autonómico nos anula. ¿Acaso no «Podemos» en León?

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