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Publicado por
MARÍA J. MUÑIZ
León

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Algo pasa con las fiestas. Vale, se supone que estamos tristes y deprimidos (con tendencia a mejorar, macroeconómicamente hablando), pero no tan arrastrados como para despreciar un poco de alegría festivalera. ¡Yo qué sé! Tu grupo de música favorito, o al menos uno que te haga tilín; un viejo rockero para reverdecer viejos laureles; un actor famoso para reconciliarte con las artes escénicas en general,...

¡Algo! Aunque sea el viejuno saltamontes poniéndote un pellizco en el estómago con amenaza de cortocircuito; o la carrera de camellos para llevarte a la tía jubilada de la abeja Maya. ¡Qué sé yo! El horno de barro del abuelo como reclamo de estas fiestas patronales, aunque tengas que agenciarlo con más pena que gloria en una terraza más dada a la surfinia de tercera generación que al tradicional embadurne de arcilla con paja, que si no no hay quien prenda con de temperatura suficiente para el lechón y el pan.

A día de hoy, de este nuestro esforzado mercado ganadero de San Juan intentando durante lustros vernirse arriba como sentida fiesta patronal, queda poco más que la tormenta y el desencanto. Tormenta y granizada que despejó barras de bares hasta las tantas para solaz de los adictos al chateo, a despecho del programa amparado en el corsé de las angustiosas (y otras soledades) y deficitarias cuentas públicas locales.

En resumidas cuentas, en lo de pagar a escote del contribuyente: tradición, y un año más aquí paz y después gloria en las cuentas. En lo de pagar per cápita, en cambio, aluvión de suspensiones por desinterés aplastante del personal. ¿Por la crisis? No. La gente, cuando le interesa, se rasca su bolsillo, diga el PIB lo que diga.

Ahí está la feria taurina. En lo más esperado fue un pluf con muchas fffff. Pero vino José Tomás. Tres actuaciones en la temporada y una de ellas en León. El toro descompone, pero ¿qué cita ha llenado igual hoteles y restaurantes? ¿A qué reclamo han acudido miles de extranjeros a estas dolientes tierras?

¿Qué interesa a los leoneses en sus fiestas? No lo sé. Pero cuando un espectáculo se suspende al vender menos de 200 entradas y otro agota sus más de 11.000 localidades también hay que pensar que, más állá de la cuna de parlamentarismo (que tiene honda y arraiaga tradición en lo taurino), el público lo tiene claro. Y el público manda. No hay más que ceñirse a los resultados. Inventen, investiguen, innoven. Pero, a día de hoy, las cifras cantan.

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