Diario de León

EL RINCÓN

Los portavoces están callados

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ALCÁNTARA
León

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Ha tenido que ser la Guardia Civil, que era junto al servicio de Correos una de las dos instituciones que nunca nos fallaron, la que delate que UGT practicaba sistemáticamente la malversación y que cada año lo hacía mejor que el anterior. Varios tesoreros del sindicato han sido arrestados y otros esperan su turno. Hay más celdas que presos y los que están en chirona no quieren denunciar a los extesoreros que repartieron parte del tesoro. Un buen ejemplo de compañerismo, pero una pésima señal de conducta. Los que roban a los trabajadores no tienen cien años de perdón, por mucho que hayan robado sus líderes. Mientras los expertos en cuestiones generales criticamos la nueva tributación del despido, algunos de estos cabecillas se financiaban durante años chupándole la sangre, que siempre ha sido colorada, a sus colegas. Las pesquisas apuntan, pero quizá no atinen, a que el fraudulento sindicato creó una caja B, con be de Bárcenas. El bosque de la corrupción abunda en lianas y en zonas cenagosas. Los exploradores se hunden y a los demás no nos llega el agua al cuello.

Lo que pretendían, al parecer, algunos afiliados a la Unión General de Trabajadores, era dejar de trabajar al mismo tiempo que se llevaban el dinero destinado a la formación de los trabajadores. Los Espartacos de nuestro tiempo no sólo aspiraban a romper las cadenas, sino a hacerse con un carné que les autoriza a vender en las chamarilerías los metales robados. El benemérito cuerpo que se ocupaba de identificar a estos traidores a su clase social, al mismo tiempo que hacen lo posible por pertenecer a otra, ha detenido, solo en mi pobre Andalucía, a catorce personas, entre ellas al empresario que facilitaba las facturas falsas. ¿Cómo se puede hacer un cesto mejor con estos mimbres? Enmudecen los portavoces porque tienen mucho que callar y bastante más que cobrar bajo cuerda, antes de que comparezcan juntos en una cuerda de presos. Los pobres ya no sólo roban a los ricos, sino a los pobres. La estadística demuestra que son más y que se quejan menos porque están acostumbrados.

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