EL MIRADOR
Rubalcaba se va
Cuando la derecha política y mediática empezó a loar en régimen de ditirambo a Rubalcaba, pensé: se acabó, se marcha. Luego vino su frase: «En España se entierra muy bien», y esa ironía fue una especie de certificado de que sus días estaban contados. Sin embargo, me ha sorprendido su dimisión como diputado. Pensé que se iría a la vuelta al cole, cuando se hubieran liquidado las primarias para secretario general en julio, pero ha decidido volver a la Universidad y dejar que los jóvenes debatan entre ellos quién es el secretario general. Los socialistas iniciaron una caída en las elecciones generales de noviembre de 2011 y desde entonces no han hecho otra cosa que perder votos, aparentemente sin entender por qué la gente dejaba de apoyarles. Las últimas europeas parecían un terreno propicio para iniciar la remontada: la gente vota con las tripas, se castiga al Gobierno y los incumplimientos de Rajoy le han hecho un boquete en su propio electorado. Pues nada, salvo en Extremadura y Andalucía, donde la pérdida fue menor que la del propio PP —al que ganó por diez puntos—, el batacazo fue equiparable al PP, con el agravante de estar en la oposición y sin la eximente de Cataluña, donde en muy pocos meses, los socialistas han pasado de ser partido central y clave, a cuasi secundario. Asistimos a la jubilación política de la generación de la Transición, que ha pasado de ser modélica a ser percibida como fuente de todos los males.
El tapón de la transición exige el descorche de las caras nuevas y se trata de saber si en ese proceso los socialistas pasarán de partido fundamental a partido no decisivo. Tenemos el precedente del Pasok, en Grecia, enviado a negro por los electores, pero tenemos la certeza de que en política las situaciones cambian por factores en apariencia incontrolables. Rubalcaba ha agradecido haber estado 21 años de diputado y ha anunciado que vuelve a la Universidad. Esos dos mensajes parecen un acuse de recibo al mensaje de los electores sobre la nueva forma de hacer política: ser votado y que no haya puertas giratorias hacia empresas en las que forrarse.
Rubalcaba ha sido todo en la política: diputado, ministro, portavoz del Gobierno, hegemónico en su partido, temporalmente marginado, vuelto a mandar y ahora dejando el liderazgo del PSOE antes de que acabe la segunda parte. Autor de estrategias y frases brillantes y de liderazgo: «Los españoles nos merecemos un Gobierno que no nos mienta», cuando el 11M. Su papel ha sido relevante en el fin de ETA y ha estado en todas las salsas políticas de los últimos cuatro lustros. Ha sido odiado y machacado por la derecha política y mediática, que le presentaba como síntesis de todos los males sin bien alguno. Se va Rubalcaba y es una baja más de la generación de la Transición, otro símbolo de que un ciclo se cierra.