Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Tira el dinero y le divierte hacerlo, va escondiendo sobres con 50 euros por ciudades del mundo, anuncia en las redes su cachonda manera de hacer caridad dando pistas de por dónde pueden estar los tesorillos y seguro que se ríe viendo acudir tantas moscas a esos míseros panales... ¿o no son puta miseria y calderilla para un archimillonario esos 50 pavos?... ¿por qué no 10.000?... ¡será rata!

El gesto es de una desvergüenza insultante, comentó Sócrates, pero al menos la calderilla que tira por ahí a la rebatina ese ricacho purrí está mejor en el bolsillo de quien la necesita que huída a turbios fondos de inversiones o al sótano de un banco suizo... en fin, ese tipo es como el padrino que a la salida del bautizo arrojaba calderilla a la chavalería mereciendo que le cantaran lo de Padrino roñoso, mete la mano al bolso... padrino picudo, mete la mano al culo .

Es vieja esta manera de ostentar la misericordia... es tradición que ricos y nobles arrojaran unos cobres a la peña de pobres que nublaba sus solemnidades... la condesa de Romanones llevaba un dama limosnera que se encargaba de esta enojosa tarea... y hasta hoy se sigue viendo esta costumbre cuando llegan a Marbella jeques árabes y se arremolinan a la puerta de su residencia curiosos y pedigüeños acostumbrados cada año a esta derrama pordiosera... incluso el Ramadán se inventó para que le cayeran al pobre despojos o caridades al menos una vez al año.

Recuerda Sócrates que la limosna, como la propina, son hijas de la injusta desigualdad... denigran a quien las da y humillan a quien las recibe.

Otra cosa bien distinta es el gesto que han tenido los futbolistas de la selección de Argelia que acordaron por unanimidad entregar todas las primas ganadas por llegar a octavos (unos mil millones de las futuras pesetas) a la gente más necesitada de la franja de Gaza, esa apretura palestina que hoy tienen sitiada los amenazantes tanques israelíes a fin de que esa pobre gente coma un postre de miedo después de sus cenas de arena estofada.

Pero la caridad bien entendida empieza por hacerla innecesaria.

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