Diario de León

TRIBUNA

La presencia leonesa de Ruth Behar

Publicado por
José Manuel Díez Alonso.
León

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En junio de 1978, una joven norteamericana de origen cubano y familia judía, que había virado el rumbo de su vida académica desde la poesía y la ficción literaria a la antropología, llega con su marido a León para realizar un trabajo de campo. Fruto de una estancia prolongada fue su tesis doctoral, publicada en 1983 por la Universidad de Princeton, The Presence of the Past: A Historical Ethnography of a Leonese Village. Años después, leí que el también antropólogo William Roseberry consideraba la etnografía del pueblo leonés de Santa María del Monte, escrita por Ruth Behar, muy interesante para la economía política antropológica, pues era una de las obras que habían comenzado a estudiar las tensiones entre lo global y lo local. ¿Por qué resultaba significativo el trabajo de Behar? Para Roseberry, porque testimonia para la literatura antropológica la existencia de los comunales, al menos hasta los años 80 del siglo XX. Y, además, porque Behar hibrida historia y antropología. O, mejor aún, le inyecta al presente etnográfico aquellos hechos del pasado relevantes para comprenderlo. La presencia del pasado expresa la continuidad dinámica de una comunidad campesina que, a finales del siglo XX, mantiene los usos comunitarios que en gran parte de Europa habían sucumbido al mundo racionalizado y burocrático impuesto por la burguesía triunfante en los estados liberales.

En 2013, el Instituto Leonés de Cultura publicó la traducción al español, realizada por el leonés Bruno Castro, del libro en que se convirtió la tesis de Behar, La presencia del pasado en un pueblo español: Santa María del Monte . A través de esta magnífica y cuidada edición, por fin podemos leer en castellano la etnografía que Roseberry ha puesto como ejemplo en su artículo panorámico de la antropología económica. En la conversión de la tesis en libro, ya en la versión inglesa, el pueblo pasó de leonés a español, aunque el estudio dice más del ámbito cultural leonés que del español en su conjunto. Es en León donde las estructuras comunales han pervivido durante más tiempo, y donde se libra la principal batalla a favor de las juntas vecinales, la forma legal bajo la que se han cobijado, como entidades locales menores, los seculares concejos.

El pasado recreado en las historias que de Santa María del Monte le cuentan a Behar sus informantes no es la historia institucional y rimbombante tan al uso, ni tampoco una visión idealizada y bucólica del mundo rural. Es una etnohistoria, interpretativa del origen del pueblo, de las prácticas y discursos de sus habitantes, y que incardina las vicisitudes comunitarias en una lógica de significados. Un pasado legendario, recogido en testimonios orales, y también documentado en catastros y actas del concejo. Así, veceras, concejos, tierras comunales, particiones de la casa, conflictos por los derechos de uso, son manifestaciones de un modo de entender la vida social en torno a solidaridades obligatorias. Una ideología del igualitarismo nada utópica ni idealista, sino, al contrario, pragmática, centrada en la reciprocidad, en la circulación de derechos y servidumbres, que ha permitido durante siglos al labrador leonés afrontar los reveses sin sucumbir a la condición de jornalero. Las adaptaciones a las cambiantes circunstancias políticas y económicas, y las tensiones debidas al crecimiento poblacional, a las desamortizaciones del XIX y a la concentración parcelaria de finales del XX, han atravesado el universo vital de Santa María y de la mayoría de aldeas leonesas. Gobernados por la institución del concejo, una entidad política con cierto grado de autonomía y una larga pervivencia en tierras leonesas, los campesinos leoneses han sido bien conscientes de la época que les ha tocado vivir.

En su primera revisita a Santa María, en agosto de 1984, rebautizada ya como del Condado, esa modificación en el nombre hace visible a ojos de Behar el cambio cultural y la rápida transformación de la sociedad campesina. La culminación de la concentración parcelaria y la consiguiente mecanización de las labores agrícolas, los nuevos caminos entre las más extensas parcelas, y la urbanización Montesol, poblada por forasteros, han contribuido a desdibujar localmente los polos del continuo rural-urbano propuesto por Red Redfield a comienzos de los años 40 del siglo XX.

En una deliciosa coda, titulada Más tarde, escrita en Ann Arbor, en 1991, Behar echa mano de una de las más fructíferas aportaciones de la antropología: la reflexividad. Ajusta cuentas Ruth consigo misma, y lo hace con sabiduría y benevolencia. Toma nota de los propios silencios, las inhibiciones, las invisibilidades, y medita sobre el rol que como antropóloga adoptó en Santa María del Monte, relacionado con su vida y memoria familiares. Recoge algunas críticas y, entre otras reflexiones, concluye Ruth Behar que, si en esos momentos iniciara otra vez su trabajo de campo, adoptaría otras estrategias narrativas: recopilar historias de vida, como las de Leonardo y María, publicadas en un apéndice del libro. Porque la etnografía no es un texto definitivo. Como dice el antropólogo Díaz de Rada, no hacemos ciencia para llevar la razón, sino para que otros nos la quiten

La etnografía histórica de Behar es una excelente lectura y una valiosa aportación al conocimiento de la vida rural leonesa, focalizada en la Santa María del Monte que fue, y del Condado que es ahora. Nuevos pasados se hacen presentes. Ruth Behar regresó a León. La última vez, para presentar su libro, traducido por Bruno Castro para que su padre y muchos más pudiéramos leerlo. De esta forma, se continuaba un anillo de reciprocidades iniciado en junio de 1978. En el Museo Etnográfico de León estaban algunos de los habitantes del pueblo que Ruth Behar estudió, probablemente orgullosos de haberse puesto delante de esa lente antropológica de que nos habla James L. Peacock, la que, con una luz fuerte y un enfoque suave, nos permite conocer mejor al otro y, al tiempo, a nosotros mismos.

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