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Publicado por
ANTONIO PAPELL
León

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Pedro Sánchez, un gran desconocido hace escasas semanas, ha tenido el indudable mérito de conseguir en breve plazo un apoyo muy sustantivo de las bases socialistas. Pese al notorio desánimo de los afiliados, parejo seguramente al de los electores, el nuevo secretario general del Partido Socialista —que lo será formalmente cuando lo ratifique el congreso extraordinario a finales de mes— ha logrado casi el 50% de los sufragios en una votación con tres candidatos y con una participación del 66%.

La crisis del PSOE, que se plasmó por última vez en los resultados del 25-M y que provocó la dimisión de Rubalcaba, se debe a tres factores desencadenantes, ligados unos con otros. El primero es claramente retrospectivo y se refiere a la legislatura anterior, en que los socialistas no atinaron al abordar la crisis económica, que en todo caso hubiera sido capaz de arrasar igualmente a cualquier otro Gobierno; además, hubo en aquel periodo una gran desorientación ideológica: los grandes recortes tras las políticas expansivas y la reforma del artículo 135 de la Constitución irritaron como es natural al electorado progresista. El segundo factor depresivo ha sido la travesía del desierto, en la que Rubalcaba no logró la integración del partido, fracturado en Sevilla, ni supo ubicarlo correctamente. Finalmente, el PSOE no supo llevar a cabo a la velocidad necesaria su renovación interior, para responder positivamente a la demanda de transparencia y democracia interna que ha realizado la ciudadanía, y que esas primarias han permitido visualizar una vez más.

Así las cosas, Pedro Sánchez tiene que arrojar por la borda estos lastres para que su propia presencia y la de su círculo más próximo representen una renovación generacional que deje atrás el pasado. En lo político, deberá rescatar los valores genuinos del socialismo para ponerlos nuevamente en boga; ello no significa una radicalización sino la recuperación de la coherencia interna; y, por sus primeras declaraciones, se ve que es consciente que esta reubicación tiene que realizarse también en Europa, porque es allí donde se deciden las políticas macroeconómicas. Por último, deberá continuar por la senda de transparencia y apertura emprendida. En su programa electoral, Sánchez ha llegado a prometer asambleas abiertas en que los órganos del partido se confrontarán públicamente con las bases a fin de evitar zonas de sombra. No se puede ocultar que hoy el referente político de moda es Podemos; y aunque el PSOE no debe caer en el papanatismo de la imitación, sí ha de percatarse de que la frescura de la organización de Pablo Iglesias, así como su capacidad para ocuparse de los problemas reales y su diáfana transparencia son los elementos clave de la atracción que suscita en un electorado que, según el CIS, ha quedado embelesado con estas nuevas maneras de hacer política. Pedro Sánchez tiene, en fin, una ardua tarea frente a sí, pero nada que no pueda resolver con entrega y con imaginación.