Diario de León
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Félix madero
León

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Somos un pueblo caprichoso. Somos arbitrarios, antojadizos, extravagantes y originales. Todo eso somos los españoles. El ejemplo más reciente de lo que escribo está en el PSOE del Parlamento Europeo, que, con un par, ha votado en contra del resto de los socialistas europeos, en contra del discurso más social jamás pronunciado por un presidente de la Comisión y en consonancia con Marine Le Pen y otros partidos extremistas y antieuropeos. Todo junto, oiga. Los diputados del PSOE en Estrasburgo han votado en contra del presidente con más legitimación democrática de la historia de la UE. Si es una decisión reflexionada no lo parece. Si es un capricho habrá que pensar que es el salto que va del despiste de Rubalcaba al antojo de Pedro Sánchez y su prisa porque se note que manda. Pero yo no quiero hablarles de Sánchez. Ni es el hombre fuerte del PSOE, todavía, ni ha hecho gran cosa para que lo podamos juzgar, todavía.

Más allá de un par de frases en Twitter para anunciar que sus muchachos votarían en contra de Juncker no sabemos nada más. Dice que va a llevar al PSOE del centro a la izquierda y que va a cambiar a su partido. Lo dice, pero no explica cómo, ni cuándo, ni con quién lo hará. Y lo dice horas después de que Felipe González, su más fiel referente, afirme que un liderazgo débil y fugaz dejará al PSOE en 40 diputados en las Cortes Generales. Claro, pudiera ocurrir que González sea lo que parece, un vejete caprichoso que se aburre en los consejos de administración de las grandes empresas y solo tiene ocurrencias. ¿Quién puede creer que el PSOE corre riesgo de terminar en un partido menor? ¡Qué cosas! Pero yo no les quiero hablar de Sánchez y sí de los reyes Felipe y Letizia. Hace un mes el único debate en España era el de República o Monarquía. Eso es lo que salía en las televisiones, en los digitales, en los sesudos artículos de este diario que ahora lee. No ha pasado un mes y ese debate duerme en el sueño de la actualidad. Ha estado tan bien preparado el primer mes del joven Rey que ha terminado por silenciar a las voces que exigían el advenimiento de la III República ya. El rey ha estado con empresarios, con las víctimas, con los colectivos sociales más castigados; se ha ido a Lisboa y allí apostó por una Europa social que dé respuesta a los parados. Se fue a ver al papa, a este Papa, y ahora toca Marruecos, un viaje cargado de simbolismo y trazado de fina política por razones que no hace falta explicar. El Rey no hace política, pero hila fino, que es una forma como otra en la que se expresa la alta política. La que se hace y no se nota. Puede que su llegada sea lo más sensato que le ha pasado a una nación caprichosa y antojadiza como la nuestra. Pero, vaya, yo no quiero hablarles del rey. En realidad quería decirles que Pedro Sánchez tiene un lío que ya veremos cómo lo resuelve.

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