El crecimiento del oso premia los esfuerzos para conservarlo
El último censo de osos pardos en la Cordillera Cantábrica revela que su población supera los doscientos ejemplares, el triple que en la década de los noventa, y que algunos de ellos comienzan a asentarse en municipios fuera de lo que hasta ahora se consideraba su localización estable. El oso pardo sigue ampliando su área de influencia y de hecho se tiene constancia de la presencia de ejemplares incluso en los páramos leoneses y en la zona de La Carballeda, en Zamora, una zona en la que no se producía nada similar desde hace más de un siglo. El censo también registra la presencia de 30 osas con 57 nuevos oseznos este año, lo que garantiza la recuperación de esta especie y mantiene la tendencia, puesto que el año pasado se registró una población similar.
Pero especialmente importante es la confirmación de la relación, cada vez más frecuente, entre ejemplares de las subpoblaciones occidental —Ancares lucenses y leoneses y Alto Sil hasta los valles de Babia y Omaña en León y sur del Principado— y oriental —montaña palentina y leonesa y oriente asturiano—, una prioridad histórica para las tres comunidades autónomas que ven así compensados sus esfuerzos y las actuaciones en labores de recuperación de la superficie arbolada y en mejoras de la permeabilidad de las infraestructuras, especialmente la autopista del Huerna, que resultaban infranqueables para el pequeño plantígrado.
Ni agresivo ni peligroso y sólo autor de daños moderados en las colmenas, el paso del tiempo hizo que el ser humano dejase de ver en el oso a un enemigo —el furtivismo no pasa de anecdótico— para encontrar en él a un aliado como protagonista de planes turísticos muy afianzados en Asturias y todavía en fase de desarrollo en León, pero con un potencial extraordinario que no debería ser desaprovechado tras el esfuerzo realizado y el éxito alcanzado.