Diario de León
Publicado por
andrés aberasturi
León

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Hace unos días, en la BBC, se entrevistaba a un gurú de la City londinense que se mostraba abiertamente en contra de la política de su gobierno eternamente enfrentado con Bruselas y llegaba a afirmar que Gran Bretaña había jugado sucio con Europa haciendo siempre lo que le daba la gana. Lo decía, insisto, un experto de la City. Se trata nada menos que de la Gran Bretaña, la aliada de los EEUU y que, por mantener, mantuvo hasta la extenuación a un régimen tan absolutamente inmoral como la Sudáfrica del apartheid.

Ahora le ha tocado el turno a Gibraltar, ese sitio donde cada uno de sus habitantes deberían fumar 180 cigarrillos al día y en la que cada gibraltareño -niños lactantes y fumadores incluidos- debería tener casi una empresa a su nombre porque, aunque no se sepa siquiera con exactitud, la desproporción es exagerada. El caso es que Bruselas, que rebatió y legalizó en su momento los bloques de hormigón con los que el señor Picardo iba ganando terreno tacita a tacita, reconoce ahora que «hay motivos para creer que los delitos de contrabando de tabaco y blanqueo de capitales afectando a los intereses financieros, o de otra índole, de la Unión Europea han sido cometidos en Gibraltar» y por lo tanto «recomienda la apertura de diligencias judiciales tanto a España como al Reino Unido». Una de hormigón y ahora una de cal.

Lo malo es que la de cal llega tarde y va a ser inútil. Picardo va a decir que son los turistas de los cruceros los que se lo fuman todo y Gran Bretaña no va a mover un dedo, como si con ella no fuera la cosa; está ya tan acostumbrada a mirar hacia otro lado... Así que ya puede hacer el fiscal general lo que quiera y nuestros políticos alardear de haber triunfado esta vez después de tantos fracasos. Es igual, nada va a cambiar salvo que los controles por parte de España se vuelvan otra vez insufribles para los conciudadanos que trabajan en la roca.

Y ese es el problema verdadero, el quid de la cuestión: mientras sea los españoles los que van a trabajar al peñón y los gibraltareños los que tiene casa en Sotogrande, la balanza nunca se va a compensar. Cuando Franco cerró la verja, se empeñó en crear lo que entonces se llamaba un «polo de desarrollo» o «plan de crecimiento». Fracasó. Las cosas son lo que son y duran lo que duran. Hoy el Campo de Gibraltar vive la crisis con la misma o mayor intensidad que el resto de Andalucía y que el resto de España. Moralmente la hábil perspicacia de Bruselas reconociendo ahora que «hay motivos para creer que los delitos de contrabando de tabaco y blanqueo de capitales afectando a los intereses financieros, o de otra índole, de la Unión Europea han sido cometidos en Gibraltar» no va a cambiar nada. Tampoco reunirse con Picardo y menos aún aquel disparate de las negociaciones a tres bandas que lamentablemente admitió y bendijo Zapatero. Habrá que negociar, claro, pero sin olvidar que Gran Bretaña da el título de sir incluso a los piratas.

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