La opinión del lector
Se regalan gallos,
faltan gallinas
Parece un refrán, sobran gallos y faltan gallinas ponedoras. En esta época de crisis sorprende la facilidad con que el gallo icono enarbolado en el pináculo de San Isidoro desciende para colmar de elogios inméritos al ganador de tan encumbrado homenaje, en honor de un regadío que lleva engañándonos más de veinte años con tasas a destajo acompañadas de una premura inusitada. A cambio un riego prometido, desde hace una veintena de años superada —pobre Riaño, añorados habitantes— inimaginable y precario inusual en cualquier otro lugar. Protagonistas testigos se llevan la palma, algunos «ricos» pudientes menos respetuosos hacia bienes públicos, vías y caminos con serios impedimentos al paso de viandantes motorizados o peatones
La misma cantinela se repite año tras año sin que responsables de ningún tipo, políticos locales o junteros del regadío se muevan. En Valladolid está señalada con tiempo la primera reunión con la autoridad leonesa y castellana, y allí aparece el presidente de Payuelos. Creíamos que el cambio iba a solucionar algo pero no hay más huellas que las marcadas por el presidente anterior, con legislaturas suficientes para hacerse acreedor a una gran nave que para más inri ha puesto al cobro por la utilización de la misma con nuevos inquilinos responsables en aumento vicepresidentes, delegados y secretarios.
Todo esto se hace con las tasas que pagamos nosotros, me decía uno con aire de campesino zurcido y tez morena debido al riego precario. El pedáneo pasa de todo esto siendo como son algunos de su junta intocables los principales beneficiarios de tal jolgorio. Los otros, sufridores del meollo, que se apañen ni voz ni voto. Y el colmo de la desfachatez, en una reunión de la miniasamblea vecinal en día festivo, nos entretuvo el mandatario tres horas dilucidando si el dinero de la caza que es un bien patrimonial debido a todos los vecinos, se usurpaba en ausencia de la mayoría para el arreglo de caminos que estropean unos pocos. Se paró los pies a inteligencia tan privilegiada, que lidera una pedanía con las cuentas al día, a fuer de algún que otro torpedeo provocado con la ayuda inestimable de la madre diputación, que se encarga bien o mal de tapar algunos huecos.