Diario de León
León

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Repunta la oleada de ingresos en urgencias que suceden a la exclamación ¡a que no hay huevos! tan popular del verano y notaria de los envites de la bravura. Las apuestas son la antesala de la visita al traumatólogo. Hay otra causa nada estacional que no tiene relación con el azar de los desafíos y sí con la presión de la realidad. Las dolencias relacionadas con el estrés por la situación económica y laboral han puesto a miles de personas a las puertas de las consultas, de tal forma que basta con recortar por la línea de puntos de la crisis para completar un nuevo mapa de afecciones y trastornos de la salud. De achaques a arrechuchos y de ahí, al decaimiento. La atención médica por casos de depresión se ha incrementado un 20%, mientras que la demanda de consultas por ansiedad se elevó un 10%. La incidencia de las enfermedades cardiovasculares repuntó en el último año después de retroceder durante dos décadas. Números rojos, pérdida de empleo y bienestar, o contracción de economía familiar crea un efecto inverso en las preocupaciones, las cefaleas por tensión arterial alta, migrañas y epilepsias. Cuentan los médicos, además, que en esa situación de camino hacia el extremo, con el cuerpo y la mente a prueba de la incertidumbre del mañana, al pairo de la inseguridad, merman las defensas y se crean autopistas de recepción a los agentes patógenos que dejan rastros de bronquitis, o repunte de infecciones más severas, la tuberculosis o el virus inmunológicos. Al hombre flaco le asistirán las pulgas de enfermedades de origen transversal, la psoriasis, mientras se incrementa el riesgo de contraer enfermedades respiratorias por no tomar medidas de prevención ante el frío, que eleva la factura de la calefacción. Se aparcan terapias costosas indicadas para controlar alteraciones crónicas de la salud, la hipertensión o el colesterol u otros indicadores que son el componente básico de la vitalidad. Los médicos especialistas señalan el empeoramiento evidente de los pacientes con síntomas de vértigos que tienen su origen en estrés derivado de una situación económica y laboral precaria. La crisis nos pone malos. Rechinan los dientes. Hay noches en las que ni todos los planos oclusales del mundo bastarían para atenuar la desazón vital que acosa a la gente y desencadena ese chirriar que se eleva de lo más profundo de la vida. Ese miedo al porvenir que no hay dios que se saque de encima.

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