MARINERO DE RÍO
Medievaleados
El poblador veraniego del agro leonés es una especie diferente a la que vive —o sobrevive— durante el resto del año en estos pueblos de sotomonte y ribera. La paisanada como que se repliega en sus guaridas y deja paso, con lástima o extrañeza, a una florida raza de seres embermudados. Unos personajes que se dedican, fundamentalmente, a lucir camisetas de risueños colores, a chancletear por las calles y a haraganear en el bar opinando de lo humano y lo divino como si la aldea entera fuera suya y ansiara la vecindad —sobre todas las cosas— escuchar las ocurrencias de estos tripudos Nerones. Si un día ellos o sus padres abandonaron el pueblo por fuerza mayor o irrefrenable oleaje histórico, cabría esperar que regresaran humildes al solar de sus mayores, con deseo de saber más sobre él y de ayudar en hacenderas nuevas —aunque de los que se rompen la crisma por sus raíces hay muchos también, ojo—; en cambio se topa uno con demasiados pisacampas y fanáticos del fibrocemento y del chalé alpino, con demasiados presidentes de junta vecinal en potencia.
Pues a toda esa gente, señores, hay que divertirla para que no marche a otro sitio a gastar sus buenos euros, y después de aquellas sonrojantes ‘fiestas del veraneante’, lo último de lo último son las recreaciones medievales que brotan como champiñones por todas partes y que suelen resumirse en puestos de chorizo frito, torneos caballares a cargo de un puñado de empresas catalanas y gallegas que deben de estar haciendo el agosto y en madrileños ataviados con los cortinones de la agüela. Todo lo cual dice muy poco de nuestro magín. Si las Justas de Hospital triunfaron, hala justas por valles y vegas. Si hay una buena Feria del Ajo en Santa Marina, ajo y agua por doquier. Con eso lo único que se consigue es añusgar la fotocopia y raspar el original. Y anda que no hay fuente diversa de la que beber. Tampoco hace falta mirar tan lejos: vean ese estupendo Mercáu Tsacianiegu en el que lo de ayer se da la mano con lo de hoy (¿y por qué no mercáu omañés o sayambriegu, mercaos riberanos?) en atuendo, palabrero y condumio, y que no cierra la tranca al paisanico, no. Le dice: Abre la puerta, home, y enséñame a cabruñar la gadaña.