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EDITORIAL

Justa batalla de Astorga por los restos de Leopoldo María

Publicado por
León

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Es un apellido que remite a Astorga de forma poco menos que automática. La saga de los Panero no puede entenderse sin la ciudad maragata, como ésta no puede obviar su papel como depositaria del legado de una familia cuya huella creativa y social constituye una de las más significativas y estremecedoras de toda la literatura española desde la posguerra. Y no lo obvió cuando, después de muchos esfuerzos, logró abrir al público la Casa Panero, centro ciudadano pensado para mantener viva la llama de la inspiración poética de sus integrantes, y no lo hace ahora, cuando manifiesta todo su apoyo a los afanes de los familiares de Leopoldo María Panero, fallecido el pasado mes de marzo, para que retornen a la ciudad las cenizas de este inclasificable —e irrepetible— autor.

La familia recuerda que el hijo de Leopoldo Panero no dejó testamento ni últimas voluntades, por eso reclaman su derecho a disponer que los restos del poeta abandonen la Unidad Psiquiátrica del Hospital Juan Negrín de Las Palmas de Gran Canaria, donde residió en las últimas décadas, y puedan al fin descansar en el panteón familiar de Astorga junto a su padre y a su hermano Michi. Una batalla con todos los visos de justa, ahora librada por vía jurídica pero de la que se desconoce su duración exacta, y que terminará con la decisión de un juez. La entrega de los efectos personales de Leopoldo María a los familiares parece, asimismo, un asunto del más puro sentido común. Una fotografía de la madre, Felicidad Blanc, y posiblemente algunos textos y dibujos podrían haber quedado en la habitación que durante tantos años habitara el escritor.

Otro caso, y éste más espinoso, es la reclamación familiar de los derechos de autor: la futura sentencia decidirá la objetividad de esta pretensión.

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