Diario de León
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alcántara
León

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La oposición, de cuya lealtad nadie duda menos que de su eficacia, le está pidiendo al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que trate al ex Honorable con la misma dureza que al extesorero Bárcenas. Ese alarde de equidad será difícil en estos momentos, pero por pedir que no quede.

También la Junta de Andalucía le está pidiendo a UGT que no solicite más dinero hasta que justifique el que ha recibido por los insondables fondos de formación, que han resultado bastante informales. Todo el mundo pide algo, no sólo la paz y la palabra, como el gran Blas de Otero, que perdió las dos cosas y al final de su vida acabó perdiendo la cabeza.

Qué manía de pedir cosas que a veces no son de este mundo y por eso no se exhiben en el mercado. «Tú pide justicia», le aconsejó a su hijo aquel padre campesino, cuando se despidió de él para irse a la gran ciudad.

Después de pensarlo mejor, sólo un minuto después, le dijo: «Pero será mejor que no pidas nada». En un consolador texto sagrado se nos estimula a ser peticionarios para siempre, ya que a todos nos falta algo en nuestro comunitario desvalimiento.

«Pedid y se os dará». Siempre he deplorado que no nos digan ni la fecha, ni por dónde. Las peticiones del creyente no cuentan con la sordera de los dioses o bien confían en que en su infinita sabiduría hayan encontrado una tienda donde se adquieren audífonos de verdad, no de los que pitan como árbitros de fútbol cabreados. En una novela de Anatole France, que no era precisamente un hombre agraciado con el envidiable don de la fe, se habla de la oración que una bella muchacha le dirige a la Virgen María: «Señora, tú que concebiste sin pecar, haz que yo peque sin concebir».

También la Organización Mundial de la Salud, aprovechando el momento, está pidiendo ahora que al cigarrillo electrónico se le trate como al tabaco. Con el mismo rigor y los mismos impuestos y con dos pulmones, que todos somos humo y nada.

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