El candigato

Tirando todo tieso desde el norte de Dakota del Sur a Minnesota se llega a un lugar llamado Cormorant, guapo municipio, muchos lagos... hace unos días se votó allí a su alcalde honorífico y salió elegido Duke , un perrazo blanco, modoso como buen moloso, gran ladrador... es un mastín del Pirineo (¿qué coño hace allí?).

Se trata de una de esas noticias exóticas que proliferan en verano, ecos, curiosidades o extravagancias de sitios lejanos que traemos a estos concejos de papel para arrancarle alguna sonrisa al fatigado lector después de haberle abollado el gesto con la cruda actualidad nacional o vecinal, aunque en este caso del perro-alcalde, más que a sonrisa nos mueve a envidia, pues un perro en una alcaldía nunca podrá joder otra cosa más que la alfombra o la tapicería... y eso es ya un avance.

En Cormorant había este año tan solo un candidato a la alcaldía honorífica, un tendero de la localidad, y se ve que no goza de mucho aprecio ese fenicio porque, a falta de opositor, alguien propuso a ese perro y salió elegido por el doble de votos, doce contra seis.

Gran precedente democrático: en vez de elegir a tipos con dudas, podríamos votar a sus mascotas.

En la capital del estado mejicano de Veracruz se presentó en 2013 una candidatura a las municipales que logró un cerro de votos (nulos)... era Morris, el candigato , un gato común que representaba el hartazgo ciudadano de ver a los mismos jichos y jichas en la poltrona de la mamandurria, así que el lema electoral de este gato no pudo ser más razonable y persuasivo: él tampoco hace nada ... y mal, ninguno.

Perros, gatos y elecciones avivan en mi memoria un episodio también chusco, aunque sorprendente por el lugar en que se produjo, un noviciado en Palencia, pon que era 1966... se celebraban elecciones a prior y los inconformes novicios votaron en bloque a la Chirri , la perraloba del jardinero del convento... expulsaron a seis... también es cierto que aquel reemplazo novicio era algo bruto y se desgüevaba jugando a baloncesto con el gato para verle aferrarse enloquecido a la red de la canasta desgañitando el maullido.

Hay que votar a las mascotas.