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Publicado por
Muro de Íscar
León

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Este verano se hizo pública una información en la que se afirmaba que casi el 40% de las personas que son sancionadas por infracciones de tráfico o sufren accidentes daban positivo en el control de drogas. Es decir, que más de cuatro de cada diez conductores —no todos infringen las normas o atropellan a alguien— conducen drogados. Hay, además, una campaña, creo que de la DGT, que afirma que esos conductores drogados causan un millar de víctimas en la carretera. Dicho de otra forma, que se evitarían mil muertos al año si no hubiera tantos conductores drogados. La noticia no ha tenido el eco que merece ni creo que se hayan tomado medidas concretas para evitar el problema. Entre otras cosas, quitarles el carné. Cuando voy conduciendo y miro a izquierda y derecha no puedo evitar pensar que uno de cada dos conductores va drogado. ¿El de la derecha o el de la izquierda? Y si cuatro o más de cada diez conductores va drogado, ¿cuántos más circulan a pie, colocados y al loro? Si esas cifras son ciertas, me parece que tenemos un problema social de enorme gravedad al que no estamos haciendo frente como sería necesario.

El otro asunto es la encuesta del Centro Reina Sofía entre los jóvenes de 15 a 25 años, que desvela que un 56% de nuestros jóvenes considera admisible la pena de muerte, un 81,3% está a favor de la libertad para abortar y el 77,7% defiende la eutanasia, aunque se muestran mayoritariamente en contra del suicidio (66,5%). Los sociólogos dicen que los jóvenes ya no son «pasotas, hedonistas, egoístas o desinteresados por todo» y que ponen sus objetivos en tener «personas en quien confiar, en las buenas relaciones familiares, en ganar dinero y conseguir éxito profesional». ¿Esos son los nuevos valores para acabar con esta sociedad donde sólo hablamos de golfos y corruptos?

Creo que estamos hechos un lío monumental, pero me preocupa especialmente que crezcan los partidarios de cargarse una conquista fundamental de la civilización, como es la abolición de la pena de muerte. Me preocupa que el 22% sean calificados como «conservadores integrados», que quieren otro tipo de sociedad pero no parecen dispuestos a mover un dedo para cambiarlo; que el 28% sean cívicos, pero instalados en el presente y que pasan de todo; y que un 14% sean incívicos despreocupados, egoístas y relativistas. Tan sólo hay un 21% de rebeldes, aunque confusos. Muy pocos para cambiar una sociedad que critica pero que hace muy poco para que las cosas cambien de verdad. Prefieren esperar que lo hagan otros.