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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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Vivimos tiempos cutres y salchicheros, así que la cultura es casi el único alimento para el alma que nos queda. Debemos congratularnos, por tanto, debido a la hiperactividad que ha desplegado a lo largo de los meses de verano Fernando Ampudia, cuya obra pictórica de muy alta costura puede verse hasta el 5 de octubre en la magnífica exposición que se exhibe en la Sala Provincia, en el edificio Fierro, y en el Centro Leonés de Arte (CLA). Comisariada por Luis García desde el Instituto Leonés de Cultura, se presenta a ojos del espectador como un viaje memorístico por la historia de la Diputación, al recorrer dos siglos de creación a través de sus fondos artísticos. La chispa de la inspiración bendice sin duda las obras de Fernando que se incluyen en dicha muestra, todo un despliegue de inventiva que parece salido de la retorta de un alquimista. La excelencia siempre acaba siendo rentable y reconocida en el exigente escaparate mediático, evidencia que en el caso que nos ocupa ha merecido el beneplácito del veredicto público.

De forma paralela, también es noticia al embarcarse en esa cápsula atemporal y alejada dela moda que es el bar La Dulzaina. Asentado elegantemente en la muralla romana, en el torreón de la calle Serradores, su exposición nos muestra una colección de animales primorosamente adiestrados. Sobre un soporte de madera industrial, reciclado y básico, sus austeras figuras de ejecución urgente y esquemática parecen contagiarse por un tono monocromo y primordial que como fatal metástasis invade y articula su obra más reciente. No necesita más herramientas el artista para proyectarnos a un universo que resulta extrañamente inquietante. Buena prueba de que, en plena era digital, la pintura de calidad vuelve… o nunca se fue. Más que una orden, es un consejo: visiten ambas exposiciones. Me lo agradecerán.