Diario de León
Publicado por
MARÍA J. MUÑIZ
León

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Antonio Caballero es uno de los más deliciosos articulistas taurinos que conozco. Ponerle palabras a la magia y el duende, trasladar a letras la pincelada; conjugar la ironía (la expresión más inteligente del humor, por eso siempre hay quien no la entiende o la malinterpreta) con el drama; acompasar el arte y lo sublime con la violencia y la muerte, la sabiduría y el conocimiento con la sangre, la inspiración con la violencia; es uno de los más difíciles ejercicios posibles.

Quizá porque el universo taurino es una mezcla tal vez insalvable de sensibilidades en conflicto. La estética y la ética, la belleza y la bestialidad. Quizá porque como en cada espectáculo hay tantas visiones como espectadores, y ninguna de ellas puede al fin ser discutida. El público, sea el que sea, tiene razón.

Escribió el crítico colombiano que «en los toros, como en el más vasto devenir del universo, nunca sabemos lo que va a pasar, ni cómo, ni si será bueno o malo». Pensamiento que vale para el aficionado que se asoma al vomitorio antes de una corrida; pero que debería anclar también la reflexión del universo taurino en su conjunto. Una revisión que debió haberse iniciado hace algún tiempo, pero que hoy se plantea ineludible y urgente.

No es cuestión que deba zanjarse a pedradas, como la irresoluble falta de entendimiento entre Villatripas de Arriba y Villatripas de Abajo, finiquitada con alguna ceja mellada y surtido de moratones hasta la próxima enganchada de un lado al otro del río.

Lo que está claro es que las sensibilidades cambian, y sólo sobreviven a esta transformación los acontecimientos capaces de evolucionar y adaptarse. La revisión, por otra parte, no es algo nuevo en la evolución de los festejos taurinos. Ya ni los más vetustos aficionados soportarían ver cómo se desjarreta a un toro, ni cómo en la suerte de varas se llena el tercio con las tripas de siete caballos. ¿Por qué no abrir el debate y la reflexión desde dentro? Una actitud cerril no es el mejor futuro ni para la Fiesta ni para las fiestas que tienen como protagonistas a los astados.

También dijo Caballero que el antitaurinismo es una vocación tan extendida en España como el taurinismo. Buscar espacios de coexistencia es el único camino si queremos seguir sintiendo el cosquilleo de la incertidumbre cuando «la ola de las cuadrillas se estrella en la barrera, se deshace en riachuelos, picadores por aquí, banderilleros por allá...»

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