Diario de León

TRIBUNA

Lanza, pica y un rejón por Gala León

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Si hubiese que responder a la pregunta sobre el giro más notable acontecido en la sociedad española de los últimos tiempos, yo diría sin vacilación que es el papel de la mujer y, consecuentemente, la mudanza que por ello la sociedad misma ha experimentado. Porque, con respecto al hombre, el papel de la mujer española ha estado, hasta no hace tanto tiempo, en un segundo plano, siempre en grado de inferioridad, dependencia, incluso sumisión. En su movimiento de liberación, la mujer ha ido escalando cotas hasta aproximarse a la igualdad absoluta con el hombre.

Pero es obvio que este proceso de emancipación todavía no se ha cerrado por completo, y no deja de tener costes negativos para la mujer en cuanto a criminales reacciones del macho reaccionario por ver mermado su dominio; sin dejar de lado lo que conlleva de propias renuncias o tendencias femeninas de imitación masculina.

Es evidente que la mujer, pese a su ingreso en los distintos estamentos, físicos o metafísicos, a los que no tenía acceso, no ha alcanzado todavía en ellos altas cimas de poder. No hay, por ejemplo, una Mama para los católicos, ni cardenala ni obispa ni arzobispa.

Y, al parecer, tampoco en la elite del mundo del tenis masculino español se ve con buenos ojos que una mujer llene el vació dejado por la renuncia de Carlos Moyá como capitán del equipo español de la Copa Davis, que la Federación Española ha puesto recientemente en manos de la extensita Gala León García.

Fuera de la evidente sorpresa o extrañeza de colocar por primera vez a una mujer en un mundillo masculino, todo lo que he oído en contra de esta designación, desde mi punto de vista, sobra, porque no se asienta en ninguna razón convincente. A un servidor lo que más le ha sorprendido, no es el insólito nombramiento, sino la reacción de expertos del mundo del tenis, como la de Toni Nadal, tío y entrenador de uno de los mejores deportistas españoles de todos los tiempos. El pasado día 23 de septiembre, en el programa nocturno de la SER, El Larguero , que dirige José Ramón de Lamorena, tuve que hurgarme los oídos para saber si era real o estaba con las primeras cabezadas del sueño el acoso y derribo con que se estaba sometiendo a la pobre Gala León, a la que apenas se la dejaba, no ya hablar, sino respirar. Tanto es así, que al día siguiente Lamorena se disculpó reconociendo que él no había sido imparcial en el debate, pidiendo perdón a la nueva capitana, pero salvando al señor Nadal como hombre que se había comportado con honestidad y valentía. Yo no discuto la sabiduría tenística ni tan excelsas virtudes morales del señor Nadal, faltaría más, pero tampoco que no mostrase inconscientemente en su intervención un cierto sesgo machista. Significativo resulta que el señor Nadal evitase repetir en la entrevista nocturna lo que había dicho por la mañana, algo así como el contubernio que supone la presencia femenina en un vestuario de varones. Pero, es curioso, yo no le he oído al señor Nadal el inconveniente de ver a Miki Oca en los vestuarios de la selección absoluta femenina española de waterpolo, ni a Lucas Mondelo hacer lo propio en los de la absoluta femenina de baloncesto; por cierto, con gran éxito internacional en ambos casos. Quisiera que el señor Nadal y los que piensan como él se decantaran claramente, si en cuestión de pelotas arriba y abajo es indiferente que las mujeres sean dirigidas por hombres, pero impúdico que los hombres lo sean por mujeres.

La anatomía de ovarios en vez de testículos conduce necesariamente a formas diferentes de experimentar la vida, pero las diferencias sexuales no pueden determinar la distribución desigual de privilegios y poderes entre hombres y mujeres en las esferas doméstica, económica, política o deportiva.

Pero lo que ya no es cuestión de recato, sino de humillación, es tener que responder, como le ocurrió a la pobre Gala León, a preguntas capciosas como: «¿No reconoce que Ferrero o Bruguera deberían ocupar el puesto de capitán de la Davis, en virtud de estar muy por encima de usted?» Como si el hecho de haber ganado la Davis, el Roland Garros u otro torneo de relevancia internacional capacitase por sí mismo frente a cualquier otra condición o consideración para seleccionar y dirigir. Si convenimos que todo eso no es razón necesaria o suficiente, ¿por qué prejuzgar que Gala León está por debajo de exitosos jugadores fuera de ejercicio para capitanear un equipo nacional, sea de hombres o de mujeres? ¿No ha ejercido ella profesionalmente ese deporte en competiciones internacionales? ¿No es el tenis un juego igual para hombres y mujeres, en cuanto a pelotas, raquetas, dimensión de la red, distancias, reglas, técnica en el golpeo, táctica, etc.?

Hemos sufrido recientemente el fracaso imprevisto y estrepitoso de la selección española en el mundial de baloncesto, mal gestionada por su seleccionador, el señor. Orenga. Porque, cuando unas piezas del equipo no funcionaban, obnubilado por su incompetencia no vio que tenía en el banquillo otras de repuesto.

Si a la Federación Española de Baloncesto se le hubiera ocurrido poner a una mujer al frente del equipo, no quiero ni pensar la reacción del corporativismo masculino; y ya, la intemerata, en el caso de fracasar.

En una cosa, afortunadamente, coincidimos todos, tanto los «sorprendidos» y «extrañados» por un nombramiento, como los no menos «sorprendidos» y «extrañados» por las reacciones suscitadas: el deseo de que Gala León triunfe contra viento y marea al frente de un equipo que, por haber descendido de categoría, nos ha privado de competir al más alto nivel, el que nos ha dado tantos momentos de alegría a los españoles durante estos últimos años.

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