Diario de León
León

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Se pone un tekel en la zona del apeadero que marca los linderos al progreso de León y sigue el rastro hasta las tarjetas opacas, las baldosas de la calle Ancha, el ágora de San Marcos y el revestimiento verde del campo de fútbol que disimula el moho, o aquellas butacas azulonas, procedentes de remesas que arreglaron la cuenta de resultados de los mentores políticos. Está la cosa como para escupir bilis y sacudir el imperio del tres por ciento y el pujolato, mientras se invita al vino a la recua de recomendados que tienen aquí una poltrona con sueldo público amañada en unas oposiciones a medida, líderes de opinión remunerados por los servicios prestados a los políticos colaboracionistas que son, de todos, los peores de esta tierra. Basta un perro con buenos vientos y un poco de memoria para completar la ruta de monumentos al disimulo y completar la reconstrucción de los hechos. El modelo de desarrollo es un rosario de agravios insoportables. Autopista de peaje para atenazar el progreso en el eje León-Astorga-Ponferrada por la N-120 frente a los seis carriles de fondo, todo gratis, en 200 kilómetros a la redonda de la metrópoli dominante; aún insisten con que la igualdad entre los territorios es sagrada; la costumbre es vaselina para encajar la parada de un tren con retraso en medio del descampado que evacuaron las vacas por las prisas de la recalificación y el boom de los listos que hicieron de la rasilla la unidad de medida de la ciudad. Un apeadero para el AVE, o como disponerse a tomar un crucero a nado en alta mar, un avión en el desierto o esperar al coche línea en el cruce de la general, estampa típica leonesa del paso atrabiliario que mejor define a esta tierra. El muelle liquida el mito sobre la exuberancia de las vísperas de fin de legislatura, prolíficas como las segundas temporadas de Mourinho o los terceros cuartos de la nacional de basket de USA. Ese es el modelo de desarrollo renovado en las urnas. Retratados en la hemeroteca, los hombres que tiraban de tarjeta lo mismo para peinarse a raya, tamborilear en las barras de los clubes que hacían las vista gorda con el consumo o construir caprichos de arquitectos y aparejadores, se excusan con que les engulló el modelo; el sistema que idearon antes de inmolarse en el papel de víctimas. Están de vuelta. Y en seis meses, en lista electoral. Lo que Italia llamó tangentopoli, aquí da sentido como nunca a la expresión por encima de mi cadáver.

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