Diario de León
León

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Llevamos tantos años seguidos de pasarlas putas que al final tenemos que encomendarnos a ellas para intentar salir de esta. Nada menos que 1.340 millones de euros ha aumentado el Producto Interior Bruto (PIB) autonómico de una tacada con la entrada en la contabilidad de la prostitución y el tráfico de drogas. Dos variables económicas que le sirven de excusa al PP para elevar la cuantía de la financiación del presupuesto de Herrera 2015 de cara a las elecciones, pero que a partir de entonces nos dejan atados a una paradoja: ahora, como baje la criminalidad tenemos que pedir otra vez el rescate, y esta vez admitirlo, o meternos de un tirón lo quede y cambiar de camello. La inversión en semántica macroeconómica, que revela que no hay nadie que joda más que Hacienda, liga al presupuesto una dependencia que los periódicos sabemos desde hace décadas por la profusión de los anuncios de relax en los que todo el mundo habla idiomas. Si no fuera por ellas a lo mejor alguno no teníamos empleo, pero ahora además habrá que agradecerles la reparación de las carreteras que se despellejan por toda la provincia, la construcción del Palacio de Congresos que ya tenía que estar hecho, las depuradoras que vinieron de fondos de la UE, las inversiones en Picos de Europa que nunca llegan, los regadíos sin amueblamiento para que los señoritos comercien con la PAC, la Educación con gusanos en los comedores y la Sanidad con camas cerradas; de ahí a meterlas en la cartera de recetas del Sacyl ya sólo queda un paso, aunque primero mejor que no sean cínicos y empiecen por reconocerlas unos derechos que acabarían con buena parte de su explotación, el negocio que enriquece a las mafias y el autostop incentivado en Papalaguinda. Lo que no se sabe bien es cómo han calculado los técnicos la aportación de los dos negocios a la economía. Si pusieron un anuncio con el gancho de «si quieres dejar las drogas, pasamos a recogerlas», o si bastó con revisar los extractos bancarios de las tarjetas black. Unos gastos que ahora reclama IU que también se investiguen en Caja España por si, al estilo de los grandes, en aquellos tiempos en los que quisimos ser New York, aparecen rastros de zapatos italianos comprados en Milán, facturas de fiestas de champán por las tetas y farras de puerta cerrada al grito de «quien quiera caballo, caballo; quien quiera yegua, yegua». Aunque sería tarde para que computase al PIB. Vaya putada.

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