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León

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Ahora que tanto se habla y se escribe sobre la necesidad de que se regenere la democracia española, personalmente echo en falta más voces autorizadas reclamando una mayor participación directa de los ciudadanos. La verdad es que la experiencia es mínima, al menos en un plano de verdadera seriedad. Hemos visto las aventuras de un Ibarretxe desaparecido en combate y que obligó a Urkullu a rescatar del naufragio total a un PNV, y ahora a un Mas que sigue cociéndose en su propia salsa dando vueltas y vueltas a la cazuela mientras su partido se disuelve sin remedio.

Desde que en 1978 se aprobó la Constitución en un referéndum las consultas a la ciudadanía en las urnas han sido escasas y, bien mirado, penosas. Verdaderas tomaduras de pelo a cuenta de una Otan en la que finalmente no se tuvo en cuenta el resultado, y sobre una Constitución europea por la que se citó a los españoles a las urnas, por aquello de ser los primeros, aunque el proyecto estaba ya gripando.

En marzo de 1986 se produjo una burda maniobra —con pregunta inexplicable por medio— para que los españoles avalasen la presencia de España en la Otan y diesen una coartada al Gobierno socialista que necesitaba un giro de 180 grados. Todo un ejercicio de cinismo especialmente entre quienes hasta la víspera pedían el final de las bases estadounidenses y al día siguiente acababan dirigiendo la organización bélica con la que occidente plantaba cara a la europa oriental tan admirada en otros tiempos.

Y hace apenas diez años llegó el referéndum europeo, uno de tantas ocurrencias mañaneras de Zapatero que no sirvió más que para generar gasto puesto que sí fuimos los primeros en votar de todo el continente pero también los últimos en enterarnos que el sueño de constitución había sido desechado.

Y el balance de los gobiernos del PP ha sido aún más paupérrimo: cero.

Resulta, como mínimo, sorprendente ese temor a que el pueblo se pronuncie. No se trata de un régimen a la suiza donde casi se vota el tiempo que permanecen en verde los semáforos.

En España se ha cambiado la Constitución y se han realizado modificaciones fundamentales del sistema sin escuchar a nadie. La duda es si será por miedo, porque lo de que las mayorías son necias o simplemente porque es más fácil ‘tirar para adelante’ sin jugársela no vaya a ser que el pueblo no piense lo que creemos o lo que nos dicen unos pocos.

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