Diario de León

CORNADA DE LOBO

En Anfield, please

Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Tranquilamente elegantes... y les estaban zurrando, humillando... es raro que una grada adopte ante el ridículo propio un estilo honorable, deportivo, inédito en cualquier otro estadio (los estadios, en cuestión de ruido vociferante, no han variado nada desde el circo romano).

Pero hay excepción.

Se dice de esa gente que son la afición más incondicional y la que más berra de todos los estadios del país que inventó el fútbol, Inglaterra... los rojos del Liverpool son así, van a su campo de Anfield a querer a los suyos con sinfonía de gritos y cánticos que aturden al contrario, pero más que nada van a ver fútbol... fútbol manda, fútbol pesa... aunque si viene un campeón como el Real Madrid que jamás ganó ni olió gol en ese estadio y ocurre esta vez lo contrario, que el desquite apabulla, esas gradas no truenan de bronca o silbidos al jugar la pelota el equipo visitante, sino que siguen animando a los suyos o se quedan simplemente pasmadas porque si el rival machaca, pero respeta, se le considera y reconoce... lo demostró una vez más esa gente con cada jugador madridista que dejaba el campo... ¡le aplaudían!... ¡¿?!... ¡admirable!... ¡gradas con elegancia y educación!... pues no es normal, no.

La grada del Bernabeu no hará hoy lo mismo en el partido Madrid-Barsa si Messi logra marcar un gol que fijaría un récord histórico. Lo lógico, lo deportivo, sería que la peña se rindiera a la evidencia y, haciendo por una vez alarde de elegancia impropia, reconociera la proeza... pero en las gradas ibéricas el fútbol manda o pesa sólo lo justo y si golea... lo que cuenta es el color local, la bandera, la nación y lo anti-otro, lo anti-todo... lo antipático por norma... y un orgasmo como una ola va mojando el estadio si sus once estrellas en calzones logran que el equipo rival, la otra nación, salga de allí humillado y escarnecido... a eso se va.

El deporte nos gusta porque es un arma cargada de tirria y de disputa que permite disimular o alimentar las secretas ganas que tenemos de otras guerras. Por eso el partido de hoy entre la pérfida Albión catalana y el Madrid nacional nos sabe a otra guerra, no a balón, y debería jugarse en Anfield.

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