El raposo

Tenemos la Puerta de la Perplejidad abierta ya todo el día para no levantarnos a abrirla continuamente cada vez que la aporrea una nueva noticia airada, un nuevo saqueo o el eco de la descomposición. Pero si la tienes abierta y se te cuela un zorro de verdad, un raposo, es la perplejidad quien te da el portazo.

Un zorro en el campo siempre nos alegra la excursión, es emocionante ver su silueta presurosoa, sigilosa... o veloz y huidiza timonendo el rabo. Pero si a las diez de la mañana vemos que viene un raposo a su aire, sin detenerse, calle arriba por detrás del instituto Padre Isla... pues entonces entramos al Molinillo y le preguntamos a Jesús qué coños de alucinógeno nos echó ese día en el cafeconleche... ¡un zorro en la ciudad a plena luz del día!... no se ve mucho, supongo... y bien dentro de la ciudad, no en las afueras, que sería más lógico o probable... venía como del Cortinglé (?) por la clínica San Francisco y tiró calle arriba delante de nosotros sin atender a chis ni fus, no era una huída alocada, iba a su tren, pitipiti, algo aprisa, pero sin esparabanes... torció después por otra calle internándose en el barrio de San Claudio... y no supimos más de aquella breve visión de un raposo que nos pareció más chulo que un ocho de Churriguera.

Hace poco, en Benavente, entró un jabalí en un comercio de electrodomésticos (pasó de lavavajillas y se fue a los frigoríficos, ¿quizá sabía que guardan comida?)... ¡y ahora, vemos a un zorro callejear por medio de la calzada en la capital de los cazurros.!...

Normal, tiene pinta de ir escopetado a la vieja Cajaespaña , dijo uno que hablaba en aquel momento de las tarjetas opacas de aquí (hubo cuatro; y alguna más)... otro dijo que era al Rectorado donde iba ese zorro... ya, ¿y por qué no ha de ser zorra?, alegó el puntillista de géneros e igualdades... pues dile raposa, que así nadie se ofende, terciaron al fondo... y así concluyó el episodio del raposo que se internó en esta ciudad y que nos dejó a todos buscándole alguna explicación al fenómeno... o alguna parábola con granjas financieras, cajas como corrales, dietas como pechugas... y con el lerdo pueblo leonés poniendo zorros a cuidar de sus gallinas.