Medio cuerpo fuera

Los inmigrantes sin papeles siguen intentando batir la plusmarca del salto del hambre. El otro día fueron doscientos los atletas que se saltaron la llamada «valla de la vergüenza» pero la mitad se quedaron a medias, colgados entre las alambradas con pinchos y los verdes campos del edén del Club de Campo de Melilla. Un verdadero canto de frontera donde cada uno iba a lo suyo y nadie se metió con nadie. Los golfistas continuaron en su empeño de meter una bolita muy pequeña sobre la superficie del ancho mundo y los hambrientos siguieron intentando meter algo en sus estómagos. Una fotografía muestra a los encaramados convertidos en espectadores. Ellos se juegan la vida mientras los otros, que por cierto tienen todo el derecho, simplemente juegan.

Nunca he creído que una foto valga más que mil palabras, pero ahora estoy en entendiéndolo por fin. ¿Mil palabras de quién?, me preguntaba.

¿De Shakespeare o de un consejero autonómico? Ya no pregunto, porque las respuestas han sido devaluadas y el divino don de la palabra únicamente sirve para ocultar nuestros pensamientos, como Rato ocultó a Deloitte los ingresos que le reportaba la tarjeta B, según el exdirector general de la sangrante Bankia, que dice que era el presidente quien elegía a los beneficiarios.

Seguimos chapoteando y el juez Ruz ordena bloquear las cuentas del hijo menor de Jordi Pujol. La que fuera sagrada familia catalana se las trae, pero antes se había llevado casi todo. El benjamín sacó 2,4 millones de Andorra tras ser imputado y el juez Pedraz anda en la misma pista. Hemos convertido a nuestros jueces en detectives, pero ¿qué puede hacerse con los que se quedaron con medio cuerpo dentro de las alambradas y el otro medio fuera? Hay más imputados que banquillos para que se sienten para ser juzgados. Paciencia y barajar el dinero que se han llevado. Era de todos.