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Publicado por
Esther Esteban
León

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Han pasado de ser la familia modelo, el ejemplo a seguir en Cataluña, a representar lo peor de la «casta» que diría Pablo Iglesias. El clan de los Pujol no sólo han pasado de ser gente de bien y respetada —bajo el estigma del ‘molt honorable’—, a convertirse en unos apestados que han arrastrado por el lodo el nombre de Cataluña. A medida que se va tirando del hilo de su tinglado, sabemos que su forma de actuar tenía el marchamo siciliano, un tufo delictivo de enriquecimiento en el que no había límites.

Las noticias se atropellan y cada una es peor que la anterior. Un día después de que el juez Ruz diera el paso de imputar a los siete empresarios de cabecera de la Generalitat, Oleguer Pujol era detenido y se ordenaban registros en distintos domicilios y empresas de Barcelona, Madrid, Valencia y Melilla. Le pillaron in fraganti, por sorpresa y por eso el pequeño del clan no tuvo tiempo de activar un dispositivo que tenía diseñado para borrar la información de sus ordenadores desde el teléfono, por lo que se ha incautado cuantiosa y sabrosa información, según dicen los expertos.

El juez cree que el benjamín de los Pujol era el encargado de lavar el botín amasado por todo el clan y se está rastreando el origen del dinero con el que, presuntamente, se llevaron a cabo al menos siete operaciones inmobiliarias por más de 2.500 millones de euros. Al igual que en la mafia uno de los miembros del clan, Oleguer parece que era el blanqueador quien dispersaba la gran fortuna en cuentas españolas y otras radicadas en paraísos fiscales, mientras el resto se dedicaba a recaudar de múltiples y variadas formas.

El caso Pujol es repugnante, no sólo por lo que es sino también por lo que representa y para mas indignación desde Convergencia han tenido el atrevimiento y la desvergüenza de acusar al Gobierno de España de intentar convertir esta causa en una respuesta al proceso independentista. No es política es justicia y son los jueces quienes deberán dar una contundente respuesta al ladrón que durante 30 años, amparándose en lo que era y representaba gracias a la confianza que depositaron en él los catalanes, pedía comisiones a diestro y siniestro a cambio de concesiones y tratos de favor.

Todo este lodazal en que se ha convertido la política empezó el primer día que un político o alguien su nombre aceptó hacer la vista gorda creyéndose impune por el cargo que ostentaba. La gran pregunta es porque han fallado todos los controles ¿tal vez porque todos eran cómplices? ¡Qué gran decepción!

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