TRIBUNA
Del rosa al… banquillo
Aún no logro espantar la imagen de ver en la tele pasear junto a la Torre de Londres a un añoso sujeto, luciendo calzas de color de rosa sobre presumibles marianos, que es muy frío el relente que sube del Támesis. Pernoctaba en el consulado español de Londres, una residencia que costó al Estado español 11 millones de euros y al cónsul la dimisión. Parece ser el mismísimo sujeto obligado a sentar las posaderas en el banquillo de un juzgado para dar explicaciones de sus compras con una de las tarjetas de crédito de Caja Madrid llamadas «opacas» o, mejor en este caso, «black», dada su afición a zascandilear por tierras anglosajonas.
Antes de ver cuánta pasta y en qué la pringaba el sujeto al amparo de la tarjeta de marras, he aquí su glorioso palmarés. Como licenciado y experto en derecho tributario, trabajó en el Cuerpo de Inspectores de Hacienda y ha sido Jefe del Servicio Tributario de las Comunidades Autónomas. Entró en el Consejo de Administración de Caja Madrid durante el gobierno de Chema —compañero de pupitre en la edad de la inocencia— y alcanzó luego la presidencia de dicha entidad con el apoyo de los consejeros del PP, de IU y de CO. Puesto en el que se mantuvo hasta que fue sustituido por RR, otro sujeto de la tarjetofilia, que fue vicepresidente del gobierno español y exdirector del Fondo Monetario Internacional, también en el banquillo.
Además del uso de las tarjetas de dinero negro de Caja Madrid y Bankia—pues los quince millones y pico gastados por 83 individuos para realizar las más variopintas compras, no eran declarados a la Agencia de Succión Monetaria—, este sujeto ha estado investigado por concesiones de créditos al Grupo Marsans y por la compra del City Nacional Bank of Florida. Estas y otras operaciones han retraído de las arcas públicas con ayuda europea más de 20 mil millones de euros. Un juez que por ello osó recluirlo en la hospedería expiatoria de desviaciones civiles, le ha costado 17 años de inhabilitación.
Como el sueldo millonario anual de este sujeto por la gestión de los euros de otros —sin embargo, suyo—, no debía ser suficiente para cubrir sus necesidades, ¿en qué caprichos se gastaba con las tarjetas negras, un total de 436.700 euros contabilizados en su haber? Pues, entre otros caprichos: 9.000 euros en un safari —sin pedir perdón ni la promesa de que no volverá a ocurrir—; y 10.000 en vino, probablemente rosado.
Es el mismo sujeto que, preguntado sobre las llamadas «participaciones preferentes» comercializadas por Caja Madrid, de las que han resultado estafados miles de pequeños ahorradores —muchos de ellos puretas totalmente desplumados—, afirmó sin pestañear: «La edad no exime a uno en saber dónde se mete». Le faltó añadir: «Y esto les ha ocurrido por avariciosos»; o «ser los propios estafados los que demandaron el producto», como han dicho otros dos sujetos de la misma calaña, imputados dirigentes de Caja España Duero.
Ahora, en esta reciente comparecencia ante el juez, el sujeto de marras ha eludido su responsabilidad argumentando no saber nada. Esto de cubrirse de ignorancia en quien tiene toda una vida vinculada a las cuentas, ocupando por ello los más altos cargos, y que ha dicho lo que ha dicho sobre el preferenticidio, más que contrasentido, parece asquerosa burla. El juez le ha puesto una fianza de 16 millones de euros como cataplasma a la insipiencia o, en su defecto, el embargo. Las preguntas del millón son: ¿se irá de rositas el sujeto en cuestión?; ¿se inhabilitará al osado juez por haberle puesto un sinapismo a la codicia de este ser superior? Tratar de «casta» a estos sujetos es un cumplido.
Un amigo mío, nada creyente hasta hoy, ha sufrido tal metamorfosis con el escándalo de las tarjetas y el «preferenticidio», que se ha vuelto fervoroso devoto. Pero, ¿cómo?, le he preguntado, si antes no creías ni siquiera en lo que era evidente. Pues ahora —me ha confesado— creo hasta en los milagros. No me digas, ¿y eso? Así es, pero no en positivo. ¿En diferido, entonces? No, qué va, en negativo. Explícate. Pues, me parece milagroso que un sujeto como éste, haciendo tanto daño a tanta gente, el daño no se haya revuelto fulminantemente contra él. ¿Me entiendes ahora? Afirmativo, la civilización ha puesto un factor intermedio para evitar el ojo por ojo.
¿Y Chema, el enchufista del sujeto en Caja Madrid, a todo esto qué dice? Pues como lo de la moraleja de la fábula de la vaca, la raposa y el gorrión. Una vaca protegió a un gorrión incapaz de levantar el vuelo echándole una gran boñiga encima. Ante el peso y el olor, el gorrión pió y pió. Una raposa lo liberó y, después de haberlo limpiado en el agua de un arroyo, se lo zampó: «No todo el que te ensucia es tu enemigo, ni el que te libera y limpia, tu amigo. Si tu amigo hasta la mierda está metido, no digas de él nunca ni pío».
Que haya corruptos y se vayan de rositas es malo, pero no es lo peor. Corruptos y corruptelas siempre las ha habido y las habrá, porque son consustanciales al hombre en sociedad (Rousseau). Lo peor es una justicia «light» para este tipo de delitos y que la indignación popular sucumba por un equivocado sentido práctico y egoísta. Por desgracia, es frecuente ver a estos sujetos metidos a políticos. Y puesto que disponen de influencia, negocios y dinero, a cambio de votos posibilitan puestos de trabajo, o sea, paniaguados de una invidente buena visión; y hasta llegar a gritar como antaño, si es preciso, ¡vivan las cadenas! Me recuerda la copla mejicana: «¿Y no ves que ese chico es un borracho? Sí, mamá, ¡pero cómo está el muchacho!».
Un grupo de jóvenes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense coincide en que podemos salir de esta nauseabundo contubernio político-financiero que cotidianamente nos atufa. ¿Podemos, de verdad? ¿Sí? Pues, podamos.