TRIBUNA
De cuando la libertad tiene un precio
Hay un problema social muy importante que es el que supone que algunas instituciones, personas y partidos consideran que el dinero que les llega desde la administración fuera algo propio. Vamos, que hacen poca distinción entre lo que es su dinero personal y el que tienen que administrar en función del puesto que puedan tener en un momento dado. Esto ha llevado a escándalos tan sonoros como esas famosas tarjetas negras de Caja Madrid en la que los gastos no repercutían en el propio pecunio sino que iban a los de la entidad. Esto es particularmente grave si tenemos en cuenta que esa entidad ha sido intervenida y ha tenido que ser rescatada con el dinero público. Es como si todos hubiéramos pagado esos gastos a escote, una inmoralidad absoluta. Hay que decir que la nueva dirección de Bankia (en la que los profesionales han desplazado a los políticos) es la que ha destapado ese caso. En mi criterio ello marca una línea a seguir de modo que los políticos no deben dirigir esas entidades financieras.
Creo que este caso de las tarjetas negras tiene un cierto paralelismo con lo que está ocurriendo con las Casas de León que se reparten por las diferentes ciudades. En Madrid, en Bilbao o en otras poblaciones se ha actuado con la imposición de decir o usted se transforma en Casa de Castilla y León o no recibe subvenciones de la Junta autonómica.
Es decir se tiene que elegir entre la libertad de ser lo que somos o el sometimiento a lo que quieren que seamos con «el premio de recibir dinero a cambio del sometimiento». Las casas en su gran mayoría han optado por la libertad de ser lo que han sido siempre en sus muchos años de existencia (que no han nacido ayer precisamente). Los que somos socios de esas casas (yo lo soy de la de Bilbao) diríamos que preferimos ser «pobres pero honrados» a «serviles con dinero». Ello aún cuando en algunos casos pueda incluso poner en cuestión la propia existencia de esas casas/hogares leoneses. Así por ejemplo el Hogar Leonés de Bilbao ha tenido que renunciar a celebrar actos en conmemoración de San Froilán (que todos los años hace) por falta de medios económicos.
Me dirán ¿y qué paralelismo hay entre el tema de las tarjetas y el de las casas de León? Bueno pues para mí sí existe. El vínculo de unión es que unos y otros tratan el dinero público como si fuera algo propio y particular, como si ellos no fueran unos meros depositarios de esos bienes económicos que les llegan de otros. En el caso de la administración autonómica no se gestionan esos recursos en función de las necesidades o actividades que realizan esos centros, sino que se exige un sometimiento a unos criterios políticos que atentan a su propia historia y dignidad.
Uno de los rasgos más importantes que caracterizan la personalidad leonesa (en diciembre espero que salga un libro mío sobre este tema) es el de las defensa de las libertades. Estamos orgullosos de ser cuna del parlamentarismo, de organizarnos de forma autónoma a través de concejos y juntas vecinales (que también amenazan) y entre nuestras figuras políticas más ilustres encontrarnos a liberales o anarquistas. No nos gusta nada que nos digan lo que tenemos que hacer, queremos ser dueños de nuestros destino sin que ello suponga ruptura alguna con otros medios sociales y geográficos (el concepto leonés de España es el que defiende la unidad en la pluralidad).
Hay un estado de las autonomías que diríamos que está creando más problemas que soluciones. Nadie parece estar contento con el mismo. En unos casos se demanda avanzar hacia el federalismo y en otros recortar poder y más bien ir a una mayor centralización en las competencias. Yo diría que la ciudadanía no entra demasiado en este debate, quiere que las cosas funcionen y prima ese carácter funcional a quien deba ser el que las gestione. En todo caso en Castilla y León las cosas no funcionan y es un buen ejemplo este de las casas/hogares leoneses de modo que antes de impulsar su desarrollo se ponen trabas a su propia existencia. Lo malo además es que nos vienen a decir, no si dinero hay pero no queremos dároslo a no ser que os pleguéis a nuestros criterios. Ni siquiera es el recurso de decir que estamos en época de crisis y hay que ahorrar.
Hemos de ir hacia unas instituciones que sean representantes efectivos de la ciudadanía, que actúen como administradores pero no propietarios de los recursos que administran y que no tengan como criterio el sometimiento sino el respeto al valor de la diferencia. De momento diríamos que no hemos llegado a ese punto.