Diario de León
Publicado por
Ara Antón.
León

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Teresa se está recuperando. Estamos todos de enhorabuena —e, ignoro el porqué, tranquilizados—, incluso los que protestaron por el traslado de los dos religiosos contagiados de ébola a nuestro país. Creo que en ningún momento se tendría que haber debatido sobre si era conveniente hacerlo, ya que el Estado debe, o debería, tener la obligación de velar por sus ciudadanos donde quiera que estén; otra cosa es que no lo haga en muchas situaciones que ahora no vienen al caso. No estaría mal llegar a ser conscientes de que vivimos en un mundo interconectado.

La central de Fukushima, con su contaminación, de la que se evita hablar, está afectando a los mares y a las especies que los habitan. Cuando en su momento Chernóbil tuvo problemas, su polución se extendió por varios países. Si a un volcán le da la humorada de explotar —cosa que desgraciadamente ha sucedido varias veces en la historia—, cientos o incluso miles de kilómetros pueden verse dañados por sus gases... Y así una lista interminable de sucesos, que no es necesario enumerar pero que se han dado y se seguirán dando. A todos aquellos que pensaban erradicar el ébola evitando el traslado de los dos religiosos, les recuerdo que su idea de poner puertas al campo hace siglos que se ha demostrado ineficaz.

En el caso que nos ocupa, hemos asistido casi indiferentes, desde hace años, al sufrimiento de África, no sólo en el asunto del ébola, también ante los innumerables problemas de guerras, hambrunas y otras enfermedades que azotan al continente. Nos deshacemos de nuestros excedentes de alimentos por no desequilibrar la economía, cuando los niños africanos mueren de inanición por miles. Seguramente la medida tendrá razones de peso que la justifiquen, pero de ninguna manera puede disculparse el abandono de una parte de la humanidad que, queramos o no, es de los nuestros y lo que a ellos suceda tarde o temprano nos llegará. Imaginamos encontrarnos dentro de una burbuja intocable y por eso nos desestabilizamos cuando ocurre un atentado o hay un contagio por un «bichito» que se ha atrevido a cruzar nuestras fronteras virtuales.

En 2014 ha habido brotes importantes de polio, fiebre amarilla, gripe aviar... y, de nuevo, la tuberculosis. La solución no está en abandonar a los enfermos. La reparación o el intento de arreglo consiste en no permitir que las ganancias desaforadas sean nuestro único objetivo y que científicos y empresas farmacéuticas, apoyadas por unos estados menos avaros, se empleen a fondo en el estudio de las enfermedades que nos azotan, buscando primero el remedio y llevándolo después a los focos donde se esté produciendo y expandiendo el mal, sean los enfermos del color que sean. Además, sería conveniente, e incluso necesario, mostrar a los todopoderosos occidentales, sin aspavientos pero con pragmatismo, el peligro de algunos viajes y, desde luego, las formas de contagio y prevención de enfermedades que nos empeñamos en ignorar. También, y eso debería ser básico y constante, estemos o no en peligro inmediato, dotar y preparar a nuestro sistema sanitario con medios materiales y humanos que pudieran ponerse en marcha sin dilación ante una emergencia. «Si deseas la paz, prepárate para la guerra» es algo pensado y puesto en palabras desde hace siglos. Quizá sería bueno descender algunos peldaños en nuestra arrogancia.

Lo de emparedar a los infectados, condenándolos a morir de inanición ya no está bien visto. Quiero suponer que hemos dejado atrás la Edad Media —excepto en algunos países en los que se piensa conseguir la grandeza pasando por la sangre—. En aquel momento de la Historia poco más podía hacerse para tratar de parar una epidemia, pero ahora que nos creemos civilizados y hasta humanos, deberíamos actuar con un poco menos de codicia y mezquindad y, por el interés común, que también es el del político de turno, dedicar menos presupuestos a relumbrones de unos pocos y muchos más al bienestar y la salud de todos, en los países menos afortunados e incluso en el nuestro, que cada día que pasa va derivando más hacia ellos.

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