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Publicado por
JUAN CARLOS FRANCO
León

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Los equipos grandes tiene la obligación de salir a ganar los partidos. Lo he repetido desde el convencimiento en más de una ocasión y así lo mantengo, pues ellos no pueden permitirse el lujo de ir a especular, aunque lo que esté en disputa sea un trofeo menor —que no es el caso—. Su nombre, su prestigio, sus colores, la historia que tienen a sus espaldas les obligan a salir a darlo todo. Y lo mismo se debe exigir a los partidos políticos, ahora que parece haber sonado ya el ‘gong’ que da inicio a la precampaña electoral. Así que uno espera de estos, sobre todo de los más grandes, que echen el resto. Que busquen dentro y fuera la mejor oferta que poder presentar a los electores. Que el rostro que ponga la cara a un programa que nos hemos acostumbrado a que no se cumpla, transmita ilusión. Que se apueste por primeros espadas y no por subalternos.

Sin embargo para cumplir con estas máximas no sólo hay que creerse un partido grande, sino que hay que seguir siéndolo. Y esto es algo que el PSOE ponferradino hace años que ya dejó de serlo. Practicar la endogamia desde hace tanto tiempo trae consecuencias como esta. La lucha cainita de las familias ha contribuido a borrar cualquier opción de renovación en un partido que, en muchos casos, se sigue moviendo en las mismas coordenadas de cuando López Gavela fue alcalde —y a la inmersa mayoría de los votantes ponferradinos habrá que explicarles quién es ese Celso al que le hacen un homenaje este domingo—.

Está claro que de lo que hay, Marqués es una de las mejores opciones. Tal vez la única si los clanes se aferran a su cuota egoísta de poder, y se niegan a buscar fuera lo que, claramente, no pueden ofrecer desde casa. Pero cabe preguntarse si con cumplir expediente es suficiente para esta formación política en una ciudad como Ponferrada.

Es más, alguien debería recapacitar sobre su grado de responsabilidad en la situación actual, y, llegado el caso, echarse a un lado —pero ojo, sin que eso se interprete como una apertura de puerta para que vuelvan los otros, que aunque no se den cuenta o no lo quieran reconocer son también parte del problema—.

Es lo que tiene la endogamia. Si en una par de generaciones acabó con el legado de Felipe II, qué no iba a conseguir con la agrupación socialista de Ponferrada.

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