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León

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Resulta misterioso por qué nos gustaron de jóvenes películas en las que se abordaban problemas vitales con los que aún no habíamos tenido contacto alguno. En estos días, en medio de tantas noticias sobre corrupción, he recordado una película de Jack Lemmon que vi en 1975. Nunca he vuelto a verla. Se llamaba Salvad al tigre . Interpretaba a un empresario textil al que la crisis económica tiene al borde de la ruina y ha de decidir si provoca un incendio en su fábrica, para así cobrar de forma fraudulenta un seguro. Esa parece ser la única salida a sus graves problemas económicos. Dicho dilema le atormenta, pues si bien hace mucho que vive alejado del hombre ético que quiso ser todavía perviven en él sus ecos. Siente nostalgia del bien. Me impresionó su historia de miedo y salvación. El título hace referencia a unas octavillas que reparte por la calle una activista contra la caza del tigre de Bengala. Y a su propia dignidad personal, también en peligro de extinción. En nuestro interior pueden extinguirse valores, sentimientos y lealtades. Ese dinero del seguro aparece como un madero en medio del naufragio. ¿Lo era? Lemmon hizo una interpretación llena de sutilezas, por algo para los estadounidenses encarnaba al ciudadano medio. Ciertas decisiones no dependen únicamente de ser o no descubierto. A través de nuestra conducta dialogamos con aquello que aprendimos de nuestros mayores más queridos. Por ello, ésta es mucho más que buenos modales externos. Al recordar la película he sentido cierta tristeza, me pregunto si me gustaría ahora tanto como entonces. Quién sabe.

La conducta es un mundo de matices, pero eso no significa que la verdad sea relativa. La conciencia lo sabe todo acerca de nosotros, nos conoce y nos guía en medio de la incertidumbre. Ella es nuestro tigre. Casi siempre son los tibios quienes permiten que los corruptos se salgan con la suya, bien porque obtienen beneficio de su silencio o porque prefieren no darse por enterados. Pero ya sólo cabe posicionarse, no desde la conveniencia sino desde la honradez de conducta. Lemmon recibió el Oscar de ese año. Finalmente, salvó al tigre. A juzgar por lo que leemos en los periódicos, no siempre es salvado. Tampoco en León.

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