Diario de León

TRIBUNA

Majada, pastores y majaderos

Publicado por
Catedrático de literatura
León

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Parece claro que la educación en España ha sido concebida desde siempre como procedimiento de domesticación. Educación sería el ejercicio de sujeción y control de la pasiones y conductas «desordenadas», dirigido a eliminar la natural bravura del animal hombre, y propiciar su sumisión al Poder. La Historia y la Antropología, han sido unánimes en que, desde el neolítico, la imagen del rebaño es la más adecuada para reflejar el impulso de reunión característico del hombre al constituirse en sociedad y en que el poder se arroga el derecho de dar normas de gobierno a la majada. Es interesante que esta imagen esté recogida en el evangelio con la figura del Buen Pastor, pero en el pesimismo cristiano, el Buen Pastor parece cosa de algún lugar celeste que descubriremos después de la muerte. ¿Y las cabras? Su natural díscolo y poco amigo de condescender, su gusto por la libertad y su afición a salir del rebaño ha sido descalificada por toda la educación con la sentencia «la cabra tira al monte». Mal ejemplo para ovejas. (Ovejita, deja que la cabra tire al monte, no seas caprichosa, sé buena y dócil).

De momento, la educación no es otra cosa que actividad de doma del hombre y su estabulación en modernas majadas bajo supervisión del poder. ¡Agradable estabulación que evita la tortura del pensamiento!

¿A qué grado de conformidad se ha llegado, que basta un cambio de poder y con él un maquillado de los programas para que el rebaño entero se manifieste contrario?

Estamos pues ante el asunto más importante de cualquier sociedad y para cualquier poder.

Los límites de la majada están claros. Y sin embargo se habla de «progreso». ¿Hacia donde? Si hay muros, sebes o cercas ¿qué se dice con la palabra progreso? ¿Se supone que el progreso es sencillamente el grado de aceptación del establo? Cuanto más individualizada, más socializada (con perdón) queda la educación porque en cada individuo se concentra lo común. El resultado es desconsolador. Isocefalia. Igualdad. ¡Socorro!

Hay poco que rascar y es inútil buscar en la historia la bondad mayor o menor de los programas, porque el gran problema no está en el programa que es un instrumento auxiliar de la educación sino en la concepción misma del término «educación». Sólo es un pequeño cambio, de concepto, y sin embargo, es inaceptable para el pastor digo, para el poder. Entro en un aula y veo corderos pascuales: Pascual Fernández, Pascuala Díaz, Pascual García... ¡Corderos para la Pascua!

¿Cómo la transmisión de ideas se ha convertido en el medio de amansamiento y estabulación de la grey?

Un día aprendí de B. Russell que la educación marraba cuando la enseñanza transmitía ideas muertas. Cierto que la familia pone las bases en la educación y la escuela pone, en la enseñanza de las ideas, el elemento que puede ayudar a redondear la personalidad. Esta cosa tan esquemática resulta insuficiente para explicar el fenómeno. Transmitir ideas puede resultar muy sencillo pero, si son muertas, el educando adquiere un falso saber desconectado de la vida. Todo su aprender es similar al del sabio de Mojácar que a los treinta años se metió el dedo en el culo y dijo: —Mamá caca. Precisamente la vida se entiende como «el más acá» de la muerte y de las ideas... muertas. Porque como dice Russell hay ideas vivas. Hay ideas vivas e ideas muertas.

Es evidente que la ciencia distancia de la realidad. Es evidente y también es necesario que se distancie por cuestión de objetividad. Pero esa distancia está llena de emoción. ¡El camino emocionante de las ideas! Esa distancia, no está exenta de empatía que es exactamente lo que da vida a las ideas. La estética y la belleza de las ideas y su exposición enamorada es lo que les da alguna fuerza educadora. Los grandes matemáticos hablan de la belleza de una fórmula y el entusiasmo que en ellos despierta. Ese entusiasmo de la idea debiera ser ejemplo para los profesores. Sería necesario recrear el estremecimiento en que fue encontrada una ley, una fórmula y así se vería cuánto de vivo hay en un método y cómo esa vida prestada a la idea la hace altamente educadora.

Todavía la vieja fórmula platónica de la filosofía como «amor a la sabiduría» tiñe de vida el frío pensamiento científico. Si el profe consigue la expresión emocionada y emocionante de las ideas, es decir si las vive con amor y les da su vida, las ideas pueden tener un efecto educativo, y si no, no. Con ello vuelvo a la idea de contagio. Cuando un profesor contagia ideas vivas está contribuyendo a la educación que es actividad personal. El profesor no educa a otro, se educa en el propio trabajo. El alumno se educa en el contagio de ideas vivas. Aunque débil, esa es una esperanza de que el amansamiento y domesticación no sean para siempre el último objetivo de la enseñanza. Porque, de la majada, solo salen (y entran) majaderos sin otra educación que la del ambiente del rebaño, la de los medios de comunicación, la de lo que se dice, la de la comodidad de no pensar, las de la charlería, la apariencia y la bobería que se deja arrastrar por el poder, por la oposición, por el lider simpatiquillo, por los contravalores indecentes de la telebasura, por una música-sandez que todo lo infecta, por una prensa que prensa y aplasta la verdad, por una ideología religiosa o política, por el asqueroso ejemplo de la corrupción, por la propia opinión infundada y la vugaridad que cada día vuelve más tonto al educando y más majadero. Compañeros y sin embargo amigos de la enseñanza, de vosotros depende. Una mirada, un gesto, un cambio de tono, una sonrisa, un chasquido de lengua, un silencio, una mano que imita la paloma, una arruga en la comisura de los labios, una lectura oportuna... y la idea que era un pardal herido de perdigón se pone en pie y vuela en los ojos del alumno atento. Y le ayuda a educarse... a veces.

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